Opinión

Nuestros hijos, esos desconocidos

Como madre de una adolescente que soy siento verdadero pavor, y una gran preocupación cuando llega el fin de semana y mi hija, como es habitual en los jóvenes de su edad, se prepara para pasar el sábado noche Dios sabe dónde. Porque, no nos engañemos, en casa podemos tener a los mejores hijos del mundo, estudiosos, trabajadores, cariñosos, rebeldes, (en el buen sentido de la palabra) y, sin embargo, ¿podemos poner la mano en el fuego por ellos sin quemarnos, sabemos en realidad qué hacen cuando se van de marcha y, mucho peor, cuándo van de botellón? Porque, sinceramente, una cosa es la que vemos en los medios de comunicación, violaciones, drogas, sexo sin protección... y otra querer reconocer (nadie estamos exentos de culpa) que podemos ser progenitores tanto de una víctima como de un verdugo.

No eludamos los problemas y dialoguemos más con ellos, pero de cosas supérfluas, ganemos su confianza y, aunque sabemos que no nos van a contar el cien por cien de las cosas, al menos que tengan el valor de hacernor partícipes de sus inquietudes, dudas y miedos. Tenemos que tener claro que podemos ser sus "amigos", pero ante todo "padres" y esa palabra abarca muchísimo más, es entrega, dedicación y sobretodo compresión. Que entiendan que pueden contar con nosotros para todo, que siempre vamos a estar ahí, desde el respeto y el cariño. Que también hemos pasado esa etapa que es cruzar el difícil umbral de la adolescencia. Que no imaginen ni por un momento que nuestra misión es comprarle el último CD, la Videoconsola o los Vaqueros de Marca... sino recoger sus inquietudes, sus deseos y añoranzas.