Opinión

Niños hiperactivos: entender el problema

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En clase no hace caso a lo que se dice, a veces parece sordo. Se distrae con el vuelo de una mosca y casi nunca acaba la tarea. Se olvida de traer los libros o el material que necesita. Se levanta de la silla, molesta a sus compañeros, parece que no puede parar quieto, interrumpe al profesor con comentarios inoportunos o se dedica a hacer el payaso hasta que acaba castigado o en el pasillo. Sin embargo, “cuando quiere”, es capaz de presentar unos trabajos buenos y cuidados. Es inteligente y despierto, pero en unas asignaturas “no da pie con bolo” y en otras es de los mejores de la clase, y al curso siguiente, fracasa donde antes tenía éxito y al revés. Es muy afectuoso, se le ve que tiene un buen corazón pero a veces se comporta como un salvaje. Y lo peor es que por más que se le castigue por su comportamiento, parece que no aprende. En resumen: no hay quien le entienda.

Y en casa: más de lo mismo. Hay que estar constantemente encima de él, recordándole un día y otro día que tiene que recoger sus juguetes, lavarse los dientes, prepararse la mochila... Y nos oye como quien oye llover. Se pone a hacer los deberes y se pasa las horas muertas en su cuarto. Nos pide ayuda una y otra vez porque no entiende lo que hay que hacer y, a menudo, caba enfadándose con nosotros y dejando todo a medias. Se pelea con sus hermanos cuando no consigue lo que quiere y se enrabieta como si fuera más pequeño de lo que es.

El profesor piensa que es un niño inteligente, que podría rendir mucho más de lo que lo hace, pero que es despistado, vago, indisciplinado, que necesita adquirir hábitos de estudio y una educación más firme por parte de sus padres. Los padres a menudo se sienten culpables porque creen que no están sabiendo educar a su hijo y no saben ya cómo afrontar las constantes quejas de sus profesores ni qué hacer para que “haga caso”.

Pues no, el niño no va a “hacernos caso”, porque sencillamente no puede, a menos que nosotros seamos capaces de comprender qué es lo que le sucede y de ayudarle a superar sus dificultades.

Pues no, el niño no va a “hacernos caso”, porque sencillamente no puede, a menos que nosotros seamos capaces de comprender qué es lo que le sucede y de ayudarle a superar sus dificultades.

Estamos hablando de niños que tienen un Déficit de Atención con Hiperactividad (Tda-h). Se trata de un trastorno neurológico, en la mayor parte de los casos de origen genético, que afecta a entre un 3% y un 7% de los niños/as en edad escolar, (eso significa que en un aula tipo, hay al menos un niño/a con Tda-h). No se trata de una moda para etiquetar a eso niños insufribles, producto de la mala educación recibida por parte de sus padres. Hace más de cien años que se ha descrito en medicina y es uno de los trastornos mejor estudiados, aunque aún poco conocido. En los niños con Tda-h los sistemas cerebrales que están implicados en las funciones de la voluntad, el autocontrol y la inhibición del comportamiento inadecuado tienen un funcionamiento atípico. La dificultad en el proceso de atención, el exceso de actividad motora y la impulsividad, característicos de estos niños, son en realidad secundarios a un déficit general en el autocontrol de los impulsos. Esto significa que estos niños no se levantan por la mañana planificando cómo van a hacer la vida imposible a todos los que le rodean, realmente quieren hacer las cosas bien porque aún más que otros niños necesitan la estima de los adultos. Quieren estarse quietos, atender a las explicaciones del profesor, acordarse de todo, acabar pronto las tareas y aprobar los exámenes pero... se les va el santo al cielo, no pueden parar y hablan y actúan sin pensar en la consecuencias de sus actos.