Al igual que el tren dejó huella en el paisaje, José Javier Mugica dejó
huella en su pueblo, y al igual que el tren puso su traviesa en la vía,
José Javier, atravesó el sentir de todos los demócratas, cuando asesinos
sin perdón, cortaron su paso por la vida de manera cruenta, pobremente
deshumanizada, como lobos rabiosos que atacan a su presa indefensa, sólo
por defender unas ideas, una forma de pensar, sólo por no llevar pistolas
ni bombas, sólo por respetar sus ideas, lástima que “ellos” no sepan
respetar las nuestras.
Era la primera década del siglo XX, el año 1.913 y en las fábricas
alemanas de Maffei, de Munich, las locomotoras del nuevo tren eran
construidas para llevar, de Pamplona a San Sebastián, un tren que hizo
historia y que, lamentablemente, hoy no podemos disfrutar. Pero otros, sólo
por su cerrazón, por su sin razón, por su violencia, no nos han dejado
disfrutar de un fotógrafo, de un padre de familia, de un esposo, que
quería vivir en su pueblo.
¿Puede imaginar alguien lo relajante, lo maravilloso que podría ser hoy,
con el ritmo de vida que se lleva, recorrer el trayecto del “Plazaola” con
la tranquilidad y el paisaje que ofrecía?, ¿puede imaginar Reyes pasear
del brazo de José Javier, por las calles de Leitza? No, no puede por las
calles de Leitza, ni de ningún otro lado. Y no por que lo tiempos cambien y
adelanten, sino porque retrógrados asesinos, amparados en la cobardía un
día hace siete años, en el barrio de Amazabal, ejercieron lo único que
saben hacer por un país, que sólo consiguen hundir, y no es precisamente,
ni poner flores, ni homenajear a un vecino, que sólo quiso defender sus
ideas.
A 10 kilómetros por hora, cruzaba Leitza el tren, y se decía que era un
comienzo especial para un viaje de novios; el tren trajo progreso, pero
para otros, como predicaba un fraile en 1.919, en su sermón desde el
púlpito de la iglesia de San Miguel, en Leitza no se oía ni un insulto,
hasta que no llegó ese maldito Plazaola; pero peor fue que en Leitza, no
se oían bombas ni disparos, hasta que no llegaron los asesinos, sembrando
odio, porque ellos, no son de Leitza, ni Leitza los quiere.