Opinión

Matrimonio y Familia

El Foro de la Familia convocó una manifestación que resultó ser multitudinaria. Era de esperar que la defensa de la familia aglutinara a tantas personas y fuera apoyada por organizaciones no gubernamentales de todo el mundo y por diferentes credos religiosos. Con el argumento de reconocer unos derechos, más o menos aceptables por todos, se intenta dinamitar la institución de la familia que es la base de nuestra sociedad.

Los gobernantes tienen como obligación atender las demandas de la sociedad y solucionar los problemas que les preocupan. Es incomprensible que existiendo cuestiones acuciantes como el terrorismo, paro, seguridad ciudadana, vivienda, agua…, los cuáles necesitan respuestas urgentes y bien planificadas, sea por incompetencia o negligencia se dejan apartados y se crean problemas nuevos con temas que no constituyen una demanda social.

Se juega con las palabras matrimonio y familia intentando convencer a la opinión pública que su significado es abierto y en el caben todo tipo de uniones y formas de convivencia. Como muchas palabras de nuestra lengua su definición tiene múltiples acepciones, lo cual no significa que podamos utilizar cada una de ellas a nuestra conveniencia. Cuando hablamos de los valores de la familia como núcleo de la sociedad todos entendemos que nos estamos refiriendo al grupo compuesto por el padre, la madre y los hijos. En antropología adquiere carácter casi universal la familia nuclear (padre, madre e hijos) por existir en la inmensa mayoría de las sociedades conocidas, antiguas y actuales. La naturaleza es sabia y el instinto de supervivencia y de continuidad de cualquier especie crea unos vínculos naturales de garantía que se encuentran reflejados en la familia. En este contexto la familia es una realidad natural y los legisladores establecen normas para el mejor cumplimiento de sus fines. Las leyes sobre la familia están determinadas por el Derecho natural al que no pueden contradecir. Porque existe la familia existen las leyes que la regulan, no al revés.

En lo referente al matrimonio cualquier acepción que se pueda encontrar, tanto en relación con el matrimonio canónico o civil siempre se establece entre hombre y mujer. El matrimonio por definición es heterosexual.

A este respecto, la norma básica que marca la convivencia de los españoles, la Constitución, establece que “el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica”; que “ los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia”, para más adelante afirmar que “los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos”. Concepto de familia entendido como la formada por padre, madre e hijos. La Constitución legitima sólo las uniones heterosexuales.

El Código Civil determina que “el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio conforme a las disposiciones de este Código”. Ahora se ha añadido con calzador el párrafo que dice “el matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”.

Se ha transgredido la Constitución, se ha redefinido el diccionario, se han violentado las leyes y, sobre todo, se han vulnerado los valores intrínsecos a la familia con la sola pretensión del enfrentamiento social. Lo que en principio era un reconocimiento de derechos a los ciudadanos que carecían de ellos se ha convertido en un intento descarado de dinamitar la célula básica de nuestra sociedad. Lo más grave es que a quien no comparte estos despropósitos se le desacredita acusándole de retrógrado e intransigente, olvidando lo que es el ejercicio de la libertad en democracia y el derecho a discrepar, haciendo gala de la más absoluta intolerancia.

Buscar permanentemente un enfrentamiento con los ciudadanos que, por sus convicciones éticas, por sus creencias religiosas, por su racionalidad y sensatez, no comparten aberraciones políticas de aparente intrascendencia en el presente pero con consecuencias preocupantes para el futuro, se ha convertido en una cuestión de Estado.

En este contexto, ¿qué sentido tiene establecer el matrimonio entre personas del mismo sexo con equiparación total a la familia tradicional?, ¿quién es el padre y quién la madre? ¿En qué situación de protección quedan los niños que crecerán en un ambiente distinto considerándolo normal y cuáles serán las consecuencias? Encuadrar estas uniones, a tornillo, dentro del concepto de la familia considerando la misma como una colectividad o grupo de convivencia, acorde con una imaginaria evolución de la sociedad, no deja de ser pura demagogia. Indepen-dientemente de las creencias religiosas que cada uno pueda tener existen unos valores naturales que garantizan la continuidad de la especie y su estabilidad y que han sido y siguen siendo una realidad.