Opinión

Más esfuerzo educativo

Desde tiempos del Ministro Villar Palasí (1968-1973) entramos en un camino de constante deterioro de la enseñanza en España. De manera progresiva hemos llegado a la catástrofe actual. Se ha extendido la enseñanza a costa de bajar la exigencia. Según el estudio Pisa, nos situamos en los últimos lugares europeos. Tan sólo una pequeña parte del alumnado, un 20%, mantiene unos niveles aceptables, más por la valía del alumnado en cuestión y de su entorno familiar, que por las propias bondades del sistema.

La ignorancia y mala preparación del alumnado español es generaliza, esto no sólo tiene consecuencias académicas, sino que también es muy difícil que con ciudadanos poco formados se pueda construir una democracia sólida y avanzada. Responsables del desaguisado somos todos, desde los partidos políticos, a las familias que cambiaron de roles y de valores, y por supuesto la casta docente, que han defendido sus propios intereses de carácter funcionarial. Ahora están por la jornada continuada, muchos no tienen ganado ningún respeto, y no son modelos a imitar, como siempre fueron los buenos maestros.

El derecho a recibir educación, lo convertimos en obligatorio. Después de cuarenta años, vemos que ha sido peor el remedio, que la enfermedad, pues hemos forzado a los que no quieren aprender o no pueden hacerlo, a acudir a los centros, a hacer bulto y a estorbar, en perjuicio de los demás. El ministro Gabilondo ofrece 1.350 €, como becas de mantenimiento, para que los padres de la ESO lleven a sus hijos con problemas, a estudiar y no desistan. Antes estudiaban los que tenían medios para ello, o con becas, los más listos sin recursos. Era una educación elitista y selectiva, donde se clasificaba del mejor al peor, era una carrera de obstáculos, que estaba socialmente aceptada. Fijémonos la diferencia de horarios y esfuerzos, para unos chavales de quince años, de un alumno de Jesuitas de Tudela de 1967, y el de un chaval actual de un centro concertado.

Para empezar trabajábamos los sábados, por la mañana y la tarde, se libraba los jueves por la tarde. Un día normal teníamos cinco clases, cuatro estudios vigilados, y además formación física y religiosa. Después de cada clase, había recreo, no había clases seguidas. Se evaluaba con rigor, quincenalmente, no sólo los conocimientos, sino también los comportamientos, en Deberes Religiosos, Conducta general, Aplicación, y Urbanidad. El conocimiento se sabía que era una cuestión de capacidad y de esfuerzo. No íbamos al colegio a pasarlo bien, hacíamos constantemente cosas que no nos apetecían. Te controlaban y te exigían, con el resultado de que, o te acostumbrabas a la disciplina, o salías del sistema.

Actualmente sólo son cinco mañanas de trabajo, no hay estudios vigilados. Se apuesta por el estudio en casa, sin control, compitiendo con la superoferta de distracción de la sociedad moderna: consolas, Internet, tv. Por comodidad del propio sistema, tratan a los alumnos como si fueran mayores de edad, super responsables, les consideran con capacidad para organizarse los trabajos y dedicar unas horas de estudio en sus casas diariamente. En el elevado fracaso escolar está el resultado.