Páblo de Tarso siempre defendió que aún cuando su pueblo fue infiel con Cristo promoviendo su muerte, la fidelidad de Dios con el pueblo elegido no puede ponerse en entredicho.
Por lo tanto la Iglesia Católica, traicionó no sólo al mismo Jesús sino también al pueblo judío, al perseguirlo como deidicidas.
Por esta y otras muchas causas, el Vaticano debería meditar el fin de siglos de mentiras, traiciones y prebendas jerárquicas.
Y la única manera de hacerlo es dando al pueblo cristiano el poder que ahora ellos detentan, pues han demostrado no ser dignos de tenerlo.
Si la muerte de millones de judíos es en parte debida a la política Vaticanista de promover durante siglos el odio a los judíos es hora ya, no de pedir sólo el perdón judío, sino de asumir responsabilidades y éstas no son otras que dimitir a favor del pueblo cristiano, pues no son ni han sido unos verdaderos cristianos, pues han traicionando el Evangelio y además han traicionando al mismo Dios atacando a su pueblo elegido: El judío.
No nos extraña que a Benedicto XVI le pongan trabas cuando por su pasado nazi, el perdón al obispo Lefrebista y su continuidad como cabeza de una Iglesia que les ha perseguido dos milenios, no implique su cese automático, cuando reconoce su error y sólo pide un perdón, que no es suficiente para una unión efectiva con el verdadero pueblo de Dios, Cristo fue judío y nunca dejó de serlo, mientras los cristianos no asumamos esto no seremos verdaderos cristianos.
