Opinión

Lo importante no es la economía (II)

Muchos problemas, seguirán tras la salida de la crisis y sólo se solucionarán si practicamos los valores que definen a nuestra civilización; necesitamos mantener el carácter laico de los gobiernos, la separación Iglesia/Estado; no es posible ni conveniente extender la civilización occidental a todos los lugares del mundo; tampoco deberíamos tener el afán de intervenir en áreas lejanas a la nuestra, salvo en casos muy justificados. Pero sí que deberíamos proteger la seguridad e identidad de Occidente, y no tenemos que fomentar en casa el multiculturalismo que socava nuestra manera de ser. Occidente, es el resultado de la fusión de la cultura greco-latina, junto a la tradición judeo-cristiana, con la aportación de la ilustración, todos han sido inspiradores de unos valores (libertad, igualdad, tolerancia, democracia, Estado de Derecho) de los que nos sentimos muy orgullosos.

Los políticos hacen el avestruz, ante el problema del consumo de drogas que está muy generalizado; a muchos de nuestros jóvenes el consumo parece que les da premio, los iguala, y así consiguen ser aceptados mejor en ciertos grupos. También hay demasiados padres permisivos de niños de 7 y 8 años; niños que terminan asilvestrados y todos sabemos lo difícil que es enmendarlos más tarde. La letra (educación) con el esfuerzo (de padres, maestros y niños) entra; no se educa por generación espontánea, sin sacrificios, no es cuestión ni de más ordenadores, ni de más dinero, sino con esfuerzo y mérito, valores que deben impregnar todo el entorno; hoy alcanzamos la cifra pavorosa de un 31% de fracaso escolar, estos jóvenes quedan fuera del sistema formativo, y su relativismo y su desmoralización en ciertos casos se traduce en malos comportamientos sociales. Cuando éstos se producen, nos cuesta aplicar simplemente la Ley, y muchos quieren hacer la vista gorda y para ello nos cuentan peregrinas justificaciones sociológicas.

Hay muchos jóvenes carentes de ideales que no quieren aburrirse, ya que ¡tienen que pasarlo bien a toda costa! ¡a su bola!, unos cuantos no conocen o no entienden del respeto a los otros, ¡pasan de la responsabilidad individual! sólo buscan su ¡placer ya! En este contexto no es de extrañar los problemas de ataques sexuales de adolescentes a adolescentes.

En el Botellón se manifiestan unos verdaderos problemas, el exceso de alcohol desinhibe y entonces todo el mundo saca lo que tiene dentro, en ciertos casos: violencia y sexo. La culpa no es ni de los mayores, ni de padres y maestros, ni de los otros jóvenes. La mentalidad progre lleva demasiados años socializando unos contravalores, con el aplauso de muchos, que han impregnando la literatura, las películas, la tele, y que hay que combatirlos con firmeza y sin complejos.

La cultura occidental la debemos apoyar con nuestro modo de vida, con la lengua, con la nacionalidad, defendiendo la tradición cristiana, todo ello conforma nuestra civilización. Es todo un compendio, que ha hecho posible el desarrollo de la democracia, la defensa de los derechos humanos, la potenciación de la ciencia, el desarrollo de las universidades. Ser sociedades sensibles para con los débiles y con programas de ayuda a los pueblos subdesarrollados, y por ello es muy peligroso la introducción en el seno de nuestras sociedades, sin debate previo, de grupos que intentan arrogarse derechos exclusivos, leyes para ellos, que no parten de nuestra tradición, y que no aceptan nuestro sistema, ni la igualdad ante la ley.

Tampoco debemos reconocer ningún plus moral superior a la ONU, ya que sabemos que allí son mayoritarios los estados autoritarios -no democráticos- que no siempre buscan el bien de sus ciudadanos, y por ello no encontramos motivos para que tengamos que plegarnos a sus dictados, sin reflexionar antes su conveniencia.

Los occidentales tenemos una fuerte debilidad, porque mientras estamos abiertos al resto de civilizaciones, muchos de los nuestros son muy desafectos con la nuestra, llegando a ponerla en cuestión. Así muchos progres utilizan un inexplicable doble rasero, por un lado son muy sensibles y respetuosos, con el Islam, presentándolo como moderno, ecuménico ¡guay! y por otro atacan torticeramente a las propias Iglesias Cristianas, ridiculizando tanto a las personas como a las creencias cristianas en muchos medios de comunicación occidentales, que no osan criticar al Islam.