Opinión

¡La culpa es del cha, cha, chá!

Ya podemos dormir más tranquilos. Benedicto XVI acaba de aclarar que el purgatorio es “un fuego interior”, de modo que todos exculpados. Las almas en pena de los pecadores podrán descansar en paz, o no... ¡Sólo dependerá de sus conciencias!



Conciencia que, a buen seguro, no tienen nuestros políticos, porque ahora resulta que todos los problemas de España en 30 años de ese bálsamo que han dado en llamar “Democracia”, son las Autonomías.



Resulta que su incompetencia supina, su no saber hacer, está en el también desaparecido limbo, hasta el punto de que la culpa de la deuda galopante que arrastra este país de risa es del modelo territorial.



En Navarra ha quedado demostrado, en más de un milenio, algo de puro sentido común: Cuanto más cerca del ciudadano están los servicios, mejor se prestan. ¡Pero no! Resulta que el de la piel de toro es un problema de desmembramiento del Estado. ¡Acabóse!



Al parecer, la nula capacidad de nuestros gestores para tener una visión global de las cosas -más allá del propio ombligo- y saber aplicarlas, no ha sido el óbice que todo lo ha complicado, por no imprimir a cada acción de gobierno un mínimo de sentido práctico, por pragmático y económico. Los servicios prestados no se duplican o encarecen porque se hayan desdoblado las competencias, lo hacen por incompetencia y arrogancia.



Para empezar, la Constitución del ‘78 fue un remiendo llamado Juan Carlos I, que duplicó al único y útil servidor: El Presidente.