Opinión

La cara oculta de la Información

Somos conscientes del poder de la información que recibimos a través de los Medios de Comunicación convencionales e Internet? ¿Hasta qué punto es la sociedad capaz de seleccionar y hacer una crítica positiva de dicha información recibida? Somos, en nuestra condición de seres racionales y sociales, pero cada vez más permeables, objetivo de las empresas emisoras de una Información, hoy en día, absolutamente influenciada por los fines comerciales, políticos y económicos de aquellas.

La cantidad y variedad de datos emitida resulta abrumadora, y la realización de una selección se encuentra inevitablemente relacionada con los intereses particulares de cada uno de los miembros que forman esta sociedad, de sus preocupaciones y su situación dentro de la misma así como de unos cánones que los definen y ubican socialmente que son, en su gran mayoría y en su defecto a corto-medio plazo, inalterables. Conociendo este dato, los transmisores de información aprovechan la circunstancia y la posibilidad de realizar estudios de mercado en los que establecer unos grupos sociales susceptibles de ser receptores de una determinada oferta informativa que no será alterada en sus principios básicos para no romper el lazo de unión vendedor-comprador entre emisor y receptor. Dicho grupo social recibirá una información diseñada y pensada para él, para atraerlo y lograr su fidelidad comercial, aunque aquella no sea del todo cierta, no por falsa, sino por incompleta, imparcial y subjetiva.

¿Es posible ofrecer una información objetiva? De ser así, ¿qué grupo social la aprobaría teniendo en cuenta que no nos informamos, sino que consumimos lo que nos interesa y escuchamos lo que nos agrada en función de nuestro posicionamiento social?

La transmisión y variedad de este tipo de datos tan selectiva ayuda a reforzar las diferencias sociales desde el punto de vista político, económico y cultural, algo en apariencia incontrolable, pero que al igual que otras ideas preconcebidas sobre roles sociales que son estratégicamente mantenidas, supone un reforzamiento inconsciente de esos ideales individuales con los que la sociedad continua estratificada y lo que resulta más lastimoso, comercialmente controlada.