Opinión

JUSTICIA INJUSTA

Tal y como había prometido a su cónyuge, cuando vio publicado su nombre en el Boletín Oficial del Estado dentro de la lista definitiva de opositores que habían superado las pruebas de acceso a la Administración, y que por tanto le daba derecho a un empleo público para que el que había invertido más de tres años de su juventud, para celebrar tal acontecimiento disfrutaron de un viaje exótico, en concreto en la Polinesia. Corría el año de 1991; al poco tiempo estrenó paternidad y vio aumentada la familia. La sorpresa, desagradable sorpresa, saltó casi de regreso de su viaje.

A pesar de que la resolución administrativa era definitiva, él y otros tantos opositores se vieron de la noche a la mañana desposeídos de su plaza, fundamentándose en un criterio del tribunal de oposiciones que nadie comprendió. En todos estos años, desde aquellas fechas, su hija Amaya creció, tuvo tiempo de formarse en el Instituto y al concluir dichos estudios decidió al igual que su padre entonces, preparar las mismas oposiciones que ha logrado recientemente superar, y está pendiente que se produzca en cualquier momento su nombramiento y toma de posesión del cargo. El mismo tiempo que su hija ha invertido en todo eso, su padre lo ha invertido en pleitear contra la Administración de Justicia por aquella resolución que creyó siempre injusta. Por fin hace unos meses terminó su calvario judicial, reconociéndose por el Tribunal Supremo que nunca debió excluirse de aquella lista y que tiene su derecho a ser reintegrado en su puesto, sólo que después de 18 años -6.570 días- nada más ni nada menos. Pese a tener en su poder desde hace unos cuantos meses la sentencia del Alto Tribunal, hoy en día aún no le han dado posesión de su derecho, lo que le hace pensar que a poco que la Administración de Justicia condenada se retrase, su hija, también opositora, lo hará antes, pese a los 18 años transcurridos.

Me consta que en su entorno, tanto familiar como social, su reputación estaba más que resquebrajada, pues no en vano a todos ellos les hizo saber en su día que había superado las oposiciones y nadie le vio prestar servicio, por lo que se cuestiona si podrá incluir como daños morales a reclamar, aquella celebración que tenía prometida con sus amigos, a celebrar con capea incluida, en una finca de Ablitas y que nunca se pudo llevar a cabo pues todo estaba supeditado a su toma de posesión. Ahora que sus amigos en cuestión son sabedores de que tiene el derecho que nunca debieron desposeerle, estamos ansiosos todos por festejarlo, aun cuando seamos conscientes que quizás el cuerpo no esté tan en plena forma como cuando se debió celebrar, por una justicia que siempre fue injusta.

Enhorabuena.