Opinión

Huevos de alabastro

Adam Smith dijo que “la libre iniciativa y el libre comercio tienen como fin... ¡El bien común!”. Pero si la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, supuso la extinción definitiva del Comunismo, con los abusos que ha habido en el Libre Mercado puro y duro, y la globalización sólo entendida como negocio, podemos asegurar que el Capitalismo ha fracasado también. Y quizás lo haya hecho porque se han malinterpretado las ideas de sus fundadores. Una vez más, la historia de la Humanidad se ha repetido, dando el péndulo bandazos en ambos sentidos. Izquierda y derecha han quedado diluidas, absorbidas por la realidad, y una vez más deberán ser los ciudadanos libres pensantes quienes tienen la obligación de rebelarse contra unos sistemas, a la postre, absolutamente inútiles.

El fracaso de ambos esquemas ha sido estrepitoso, y nos vemos de nuevo en pañales necesitados de regeneración y reformas que necesariamente habrán de pasar por la creación de mecanismos de control a las clases políticas dirigentes por parte del Pueblo -esa vilipendiada sociedad civil- para ser viables, en vista de cómo acaban otras aventuras vendidas a los “Ismos” y sumidas siempre en los errores y abusos de unos pocos.

Sólo hay que mirar al abecedario de Cintruénigo, la caza sin licencia del Ministro, los movimientos de tierras y dineros de Guenduláin, las andanzas de nuestra vecina la Alcaldesa de La Muela, para advertir que algo no va bien... Y que si quien debe asumir responsabilidades, por meter la mano en la caja o por mirar para otro lado, se ha salido por la tangente a la de Vespasiano, que respondió con aquello de que “el dinero no huele” cuando impuso una tasa a letrinas y baños, sólo nos queda echarle huevos, y cambiar esto. M.