Opinión

Huelga General

La ciudadanía en general y los sectores de la población más modestos en particular somos los grandes perdedores de esta crisis: millones de personas han ido al paro, la cultura del endeudamiento ha recortado el nivel de vida de muchísima gente, asistimos al recorte de salarios, nuestros derechos laborales se difuminan a golpe de reformas tan arbitrarias como injustificadas y nuestra jubilación se nos pinta más lejana y en peores condiciones. Es un ataque en toda regla a la esencia de la Ciudadanía Social.

Mientras todo ese conglomerado que conforma el mundo de las finanzas, al que hubo que dar ingentes aportaciones del dinero de los contribuyentes para evitar una quiebra segura que su irresponsabilidad y codicia provocaron, se erigen en verdugos de gobiernos y sociedades imponiendo sus recetas antisociales y minando los pilares básicos de las sociedades democráticas y de sus instituciones políticas y sociales.

No es la primera vez que estamos ante una crisis aguda del sistema y tampoco es la primera vez, porque siempre ocurre lo mismo, que los paganos de esos platos rotos somos las clases trabajadoras. Es la lógica de este sistema neo-liberal que cuando ve disminuir sus márgenes de beneficios acude siempre a recuperar esas ganancias a costa de disminuir todos aquellos costes sociales que en otros momentos no tuvo más remedio que conceder ante la presión social.

Lo que causa verdadera perplejidad es la escasa respuesta social ante semejante atropello. ¿Dónde están aquellos planes de controlar a los mercados y evitar la especulación? Atacan sin rubor la deuda soberana de los países más vulnerables; imponen sus prioridades y las recetas económicas antisociales que, dicho sea de paso, nos colocan en el camino contrario a posibles salidas, un poco más justas y racionales, de la crisis, y nuestros gobiernos acatan sumisos esos dictados. ¿Y dónde están los agentes sociales para contrarrestar esta avalancha a través de una movilización y defensa de unos mínimos valores de justicia y dignidad? Admitiendo la complejidad de la crisis y sin caer en tópicos y recetas fáciles, hay que decir bien alto que no es cierto, como se nos pretende decir, que no hay otro tipo de medidas económicas más justas y equilibradas. Lo que falta es una presión social que empuje en esa dirección. No se trata de ser fatalistas pero hay que admitir que hoy necesitamos aquellos resortes sociales que hicieron posible conquistas sociales que hoy peligran.

Esta es la actitud con la que encaramos la convocatoria de Huelga para el 29 de Septiembre: Una oportunidad más para rechazar todo ese abanico de medidas económicas, laborales y sociales que pretenden empeorar las condiciones de vida de todos los sectores sociales que hoy componemos el grueso de nuestra sociedad. Porque si algo está meridianamente claro es que no nos libramos nadie de sufrir las consecuencias: Parados, Jóvenes, mujeres, trabajadores fijos, eventuales, autónomos, pensionistas……sin olvidar la llamada clase media. Para SOLIDARI esta jornada de Huelga, coincidente con una jornada de movilización europea, tiene que ser un paso más hacia la recuperación de la confianza en nuestra fuerza social y una mejora en la autoestima colectiva. No podemos asegurar poder echar atrás las medidas del Gobierno, pero sí estamos seguros de que no podemos asistir con los brazos cruzados a la quiebra de aspectos muy importantes del llamado “Estado de Bienestar” para satisfacer la usura de los poderes económicos, que, para más INRI, pretenden irse de rositas.

No podemos ni queremos abstraernos de criticar la responsabilidad que los convocantes de la Huelga General, CCOO y UGT, tienen en toda esta situación de desmovilización social en la que hoy estamos inmersos. Poner toda la carne en el asador en el llamado “Diálogo social” y no tener en cuenta las lecciones elementales que la experiencia de la lucha social nos ha enseñado respecto a cuáles son nuestras fortalezas y cuáles nuestras debilidades, ha sido un error que debería hacer reflexionar muy seriamente a estos sindicatos. En esta crisis de valores y de combatividad que hoy sufrimos no cabe echar toda la responsabilidad al Gobierno o a la ideología capitalista. El sindicalismo, como escuela de solidaridad y lucha en la defensa de los intereses obreros, necesita dar un golpe de timón en su comportamiento y sus prioridades. Una de esas prioridades tiene que ser abanderar salidas a la crisis que nos alejen de un desarrollismo irracional, del consumo alocado e insostenible y que proponga medidas de solidaridad y reparto ante la escasez, por ejemplo, del empleo. Otra prioridad debería ser trabajar por recomponer una unidad sindical que hoy está muy maltrecha y que exige una actitud sincera de autocrítica, sobre todo de quienes ostentan la representación mayoritaria. Es una obviedad que uno de los objetivos claros de esta ofensiva antisocial es precisamente debilitar al sindicalismo y sus organizaciones, en aras de unas relaciones laborales individualizadas y divididas al máximo. ¿Estaremos a la altura de semejante reto? ¿Seguirá el sindicalismo europeo la senda de la movilización en la defensa de las clases populares contra los planes de los poderes económicos y la debilidad de sus gobiernos? Esta exigencia debería ser un clamor que recorriera toda Europa.