Opinión

Homenaje a la mujer trabajadora

Despierta el alba, su amigo el despertador fiel a su cita diaria la saca del sueño que apenas hace unas horas comenzó. Coquetea unos segundos con la necesidad de seguir durmiendo, pero la respiración placentera de su compañero, le recuerda que no puede perder un minuto. Con valentía abandona la tibieza del lecho, preparándose para una nueva jornada en donde tendrá de todo menos descanso… A trompicones llega a la cocina, va distribuyendo vasos, zumos, tostadas, ColaCao… El desayuno tiene que estar a punto para cuando su familia se levante. Después con una media sonrisa, llama a unos y a otros para que no se les haga tarde, los acompaña al colé, revisa si tiene alguna cita con profesores o médicos. ¡Uf!, qué suerte, ¡hoy no!, pero antes de marchar al trabajo tiene que pasar por la librería para encargar el último libro de la peque.

Casi sin aliento vuelve a casa, araña como puede el tiempo, recoge ropas, prepara comidas. ¡Dios mío, qué tarde!, a de salir corriendo, se mira al espejo, aún le dan ganas de darse un toque de color en el rostro, una raya en los ojos que disfrace su mirada fatigada. Con ánimo se dirige a su trabajo, durante cuatro u ocho horas batallará con papeles, máquinas, personas, da igual el empleo u oficio que se tenga. Mientras, su mente planea un guiso para mañana o aquel bajo del pantalón que no ha cosido…

Se va muriendo el día, tal vez se marchita algún deseo, regresa a su hogar donde le espera su familia, los deberes de los niños, las confidencias de los adolescentes, el mal humor de su marido que ha tenido un mal rollo y no disimula. Cena con ellos y cuando por fin apaga las luces, corre a refugiarse en los brazos de Morfeo. Este la recibe ávido de deseo, se sumerge con él en el corto sueño que le espera. Mañana o mejor dentro de un rato, vendrá su fiel amigo el despertador, volverá a la rutina y así un día tras otro... TENIENDO ESPERANZAS, SOÑANDO QUE UN DÍA SE LE ACABEN LAS PRISAS…

Maika Planelles