Opinión

Hipoteca por hijo

Cuando uno se decide a tener un hijo, al menos antes, no se plantea cuánto le puede costar el mantenerlo, entre otras cosas, por que no se tenía la información que se tiene ahora, con tantas estadísticas, ordenadores, macro-economías, etc. Sin embargo, para aquellos que aún están a tiempo, la CECU se lo pone en bandeja con la noticia aparecida hace unos días en la prensa que establecía lo que cuesta mantener un hijo hoy en día y sólo hasta cumplir los 18 años.

Un buen amigo que se ha hecho eco de la cifra, está con un disgusto de muerte, sólo con pensar lo que le ha costado a sus padres su manutención ya que hasta el año pasado no se independizó, pese a haber superado los 30. Tenía una ilusión grande con estrenarse como padre antes que como marido, pero dada la noticia, me dice que tiene que hacer cuentas, que no está dispuesto ahora como Padre a soportar dicha carga, -económica se entiende-. Como quiera que tuvo que firmar una primera hipoteca para adquirir su reducida, pero carísima, vivienda no puede soportar una segunda y aunque así fuera, su banco tampoco está dispuesto a otorgarle una segunda, ya que le dicen que no tiene suficiente garantía, que no es lo mismo, le insisten, “invertir” en un inmueble que en un hijo, por mucho que cueste éste y por otro lado, piensa que si tiene que hacer frente a esas hipotecas, no sería un buen padre que digamos, pues el trabajo necesario para responder de ellas le impediría llevarle a su hijo a actividades extraescolares, a las entrevistas, cada vez más habituales con la tutora, al pediatra y al fútbol los domingos.

Después de hablar con un amigo que tiene en Ablitas y con la fama que tienen los abliteros de ser cautos y prevenidos en esto de la economía, le sugiere que siga los pasos que dio él, que con los 300.000 € de la CECU se compre un apartamento en Salou, aunque sea para alquilarlo durante el año y quizás le alcance la cifra sobrante para cambiar de coche o adquirir otro apartamento en Jaca, que de esa forma puede tener más asegurada su vejez sin que tenga legítimas forzosas que repartir cuando ya nada de lo que tenga le pueda importar.

Pedro J. Soto Santos