Opinión

Hablemos en serio de las avenidas del Ebro

“Ocupamos las zonas inundables y luego nos quejamos de que el río nos cobra la cuota del alquiler”.

Estos días hemos asistido a un rosario de declaraciones tanto de los afectados directamente por las inundaciones como de los representantes sindicales y las administraciones. En general se tiende a echar la culpa de las inundaciones a la no intervención en los ríos, proclamando que “hay que dragar los ríos, construir diques y escolleras y quitar maleza”. A la vista de las cosechas inundadas y de algunas infraestructuras agrícolas estropeadas, puede entenderse que los afectados realicen propuestas de este tipo, pero la realidad es que algunas de ellas lejos de ser la solución son el problema. No han sido efectivas en el pasado ni lo serán en el futuro, además en su mayor parte son actuaciones ilegales.

El problema de fondo ha sido y es la usurpación del cauce natural del río. Por poner un ejemplo, en el río Ebro hay puntos en los que el cauce sólo tiene 125 m de anchura, modificado artificialmente con motas de defensa, como es el caso de Ribaforada, frente a los 1000 metros existentes en el meandro de la Reserva Natural del Soto de Ramalete en Tudela.

Haciendo un poco de historia, en Navarra, hasta mediados de los años 80, los agricultores con la complicidad de algunas administraciones, han ido ocupando el cauce de los ríos. El cauce esta definido en la Ley de Aguas, como el espacio ocupado por las aguas en las máximas avenidas ordinarias.

Durante el siglo XX, con la aparición de la maquinaria pesada que podía realizar dragados, roturaciones y motas de contención de las avenidas, el cauce se ha ido reduciendo y se ha propiciado la desaparición de los bosques de ribera, que debido a su gran extensión podían laminar las grandes avenidas. Los bosques de ribera no eran vírgenes, estaban muy intervenidos, ya que tenían en su interior zonas de pasto e incluso algunos cultivos tanto forestales como agrícolas, pero a pesar de ello albergaban una biodiversidad muy rica. El ultimo gran soto se destruyó en 1983, el Soto de Vergara en Tudela, en su lugar se levantaron motas de defensa mal diseñadas que no son capaces de proteger los cultivos existentes.

Esta tendencia cambió a partir de 1987, con la declaración por el Parlamento de Navarra de las primeras Reservas Naturales, así quedaban protegidos los últimos sotos naturales. Como esto no era suficiente, ya que el daño realizado a los ecosistemas naturales de ribera, había sido de enormes proporciones, se toma conciencia de que es necesario regular la restauración de los cursos fluviales, y en la Ley Foral 2/1993, de 19 de mayo, de protección y gestión de la fauna silvestre y sus hábitats, todavía en vigor, en su Artículo 47º podemos leer:

1. El Gobierno de Navarra establecerá las medidas necesarias para la restauración de los cursos fluviales, incluyendo tanto la recuperación de los fondos como la revegetación de las márgenes.

2. A los efectos previstos en el número anterior, el Consejero de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente podrá expropiar la parte indispensable de los terrenos necesarios.