Opinión

Guerra de símbolos

El párroco de Cintruénigo nos ha sorprendido con el inicio de una campaña contra el orondo y rojo Papá Noel, personaje que ciertamente se ha convertido en una horterada colgada de los balcones y fachadas de nuestras localidades.

Lo que empezó hace dos o tres años como una graciosa nota decorativa, se ha convertido, sin duda, en una pesadilla en forma de epidemia de hombrecillos encarnados que tratan de violar la intimidad de nuestras viviendas.

A este símbolo navideño norteamericano le ha salido un competidor de la mano del citado sacerdote, al que no se le ha ocurrido otra cosa que vender en la parroquia, y al nada desdeñable precio (el del coste, dice) de 24 euros, unas lonas plastificadas de 90x75 centímetros, en las que sobre fondo rojo aparece la imagen del Niño Jesús.

Esta noticia saltó a la palestra informativa el pasado fin de semana, justo cuando decidí escribir estas líneas sobre los Papá Noeles escaladores, al percatarme de que de un balcón cercano a mi domicilio colgaban tres reyes magos, que asomaban como tres puntitos de colores entre la marea roja del barbudo bonachón.

Pensé: ¡por fin alguien se atreve a desafiar a Papá Noel!, a ese elemento cultural ajeno a nuestra tradición, que tiene que ver poco con nosotros y con nuestra Navidad y que, no obstante -seamos sinceros- hemos adoptado, por conveniencia, para que los niños disfruten un poco más de los juguetes, antes de regresar al colegio. Una posibilidad a la que no hace falta que renunciemos. Puestos a inventar, se me ocurre que sea el niño Jesús quien deje algunos regalos a los niños, en la noche del 24, sustituyendo a ese Papá Noel postizo.

Que lo haga ese Jesús de la lona del párroco de Cintruénigo, quien lleva razón en eso de que el Niño Jesús debe recobrar protagonismo y que la Navidad debe recuperar su espítritu religioso. Pero de eso a intentar crear una guerra de símbolos y a exhibir a Jesús en calzones, en la vía pública, va un trecho y, además, resulta igual de hortera. A Jesús se le lleva dentro.