Opinión

Flor María

Los jóvenes de 20 a 30 años suelen ser personas llenas de aspiraciones, sueños y vida. Es de suponer que también lo fueron un día Hector David y Flor María. Hubieron de tener ilusiones y proyectos cuando un día se decidieron a dejarlo todo por venir aquí a intentar una vida mejor. Flor María dejó a sus dos hijos con los abuelos, seguramente para intentar proporcionarles lo que ella no había podido tener. Pero el amor, mal entendido, se cruzó en su camino.

Un papel manuscrito junto al cuerpo sin vida de la joven decía que “ningún hombre puede soportar que su mujer le engañe”. Ahí puede estar la clave de uno de los principales motivos por los que la violencia contra las mujeres adquiere su tinte más extremo, la muerte. La violencia contra las mujeres hunde sus raíces en la desigualdad y en la costumbre social de que las parejas se poseen mutuamente y la idea de que las mujeres han de ser seres sometidos. Afortunadamente la mentalidad social está cambiando, pero todavía hay amplios sectores a los que les cuesta aceptar que la mujer es un ser libre. Libre para elegir su trabajo, sus amores, su función en la vida. Las relaciones amorosas son de mutuo respeto o no son amorosas. Ese es el auténtico trasfondo por el que trabajar en una cultura de largos siglos en la que se tiende a ver al ser amado como una posesión. Si a ello le añadimos la desigualdad, la consideración de la mujer como un ser de segunda categoría, no es extraño que pueda surgir la violencia en la relación como método de sometimiento. Flor María, al parecer, había decidido separarse y Hector David no lo aceptó. Afortunadamente no es cierto lo que él escribió. Hay cada vez más hombres que consideran a las mujeres como seres libres y autónomos. Pero hay otros que, como Hector David, todavía no lo hacen.

Este no es asunto de ser o no inmigrantes. Lamentablemente en Tudela ha habido otras dos muertes por causas semejantes y los autores no eran inmigrantes. Silvia era una joven vivaracha y risueña que un mal día comenzó una relación con un hombre casado. Quiso poner fin a esa relación y él no lo consintió. Murió cosida a puñaladas en la calle a plena luz del día. Los dos eran de este país. Carmen era cubana y murió asfixiada por su celoso novio bajo la almohada de la cama. Ella sí era inmigrante, pero fue la víctima. Su maltratador era de aquí. En el caso de Flor María y Hector David, ambos eran ecuatorianos. Flor María ha muerto víctima de la mente equivocada de Hector David, víctima de la violencia posesiva, al igual que Silvia y Carmen. Hector David ha sido víctima de sí mismo. Desgraciadamente, la vigencia del famoso “La maté porque era mía” todavía es real. Por eso, de lo que se trata es de ser respetuosos con la libertad de la otra y del otro, de concebir las relaciones humanas en términos de igualdad, de admitir que hay amores que perduran y amores que terminan, que existen diferencias que se resuelven con el diálogo y que otras no pueden resolverse y en las cuales cada cual deberá tomar libremente su camino. Es lo que ha dado en llamarse con fortuna “buenos tratos”. Mujeres y hombres hemos de profundizar en esa manera de concebir las relaciones humanas y en especial las amorosas si no queremos que el más bello de los sentimientos se convierta en el más terrible de los castigos. La educación y la sensibilización son imprescindibles para tal fin y las instituciones públicas no deben escatimar recursos en ello.

Es cierto que son imprescindibles los servicios de atención a las víctimas de mal trato y es preciso recordar la necesidad de que las leyes de prevención de la violencia contra las mujeres se cumplan y de que existan Centros de Atención Integral de la Mujer que cuenten con recursos y estabilidad suficientes para hacer un buen trabajo de prevención, y de atención a las víctimas cuando sea preciso. Pero no es menos cierto que la prevención depende también de otros factores, entre los cuales son muy importantes la educación familiar y escolar. Para poder afrontar esa educación con éxito, las personas adultas somos las primeras que tenemos que tener voluntad de reciclarnos y de participar en talleres de micromachismos y buenos tratos cuando sea preciso. Porque antes de la violencia extrema, del asesinato, hay otras muchas violencias que se ocultan en la cotidianeidad de gestos simples, en miradas de reproche, en prohibiciones, en desprecios, que a menudo son ignoradas y que, sin embargo, son muy comunes y significativa en la vida de miles de mujeres.