Opinión

Felicidad anual

Han llegado esas fechas de la felicidad obligatoria. Esos días del “Amo a Laura” colectivo en los que la Paz de espíritu general está incondicionalmente dirigida. Y apesta.

Todo es cálida armonía de coros celestiales, calles iluminadas de estrellas pálidas, cándidos niños con voces de villancico y hojalata, arropados de Reyes, Olentzeros y Papasnoé de pacotilla, que tornan brusca la celebración natural -he-mos Franquiciado la Humanidad-.

Inconfundiblemente, ha llegado esa época supuestamente especial que marca el calendario, y que nadie sabe porqué se relaciona con la Felicidad. Mundanal y personalmente, es un mes más. Una época del año pobre de registros, cuyo guión esperado eleva la hipocresía a la categoría de Educación. Tiempo que conduce la convivencia y la convierte en algo más pedante. En esta ocasión marcado por un tic tac económico, una cuenta atrás más grave y profunda de lo esperado. Pero no hay que desentonar, sólo se admiten buenos deseos. ¡Feliz Navidad!

Estamos viviendo un fin de año que recuerda el apocalipsis de finales del primer milenio, en el que la confusión condujo al abandono. De modo que debemos reconducir nuestras conductas... La Felicidad es otra cosa.