Opinión

Europa forever

Nuestra gran fortuna es que, a pesar de no haber hecho apenas nada en pro del desarrollo sostenible, contamos con un excelente marco de referencia: La Unión Europea. Este marco es el que nos va a estimular, cuando no a obligar, a comprometernos con la lucha contra el cambio climático, la mejora sustancial de la productividad de los recursos, del ahorro y la eficiencia energética y de la producción y consumo de electricidad en base a las energías renovables. Además, muy pronto vamos a poder contar con otro liderazgo importante como es el que imprimirá a nivel mundial, Estados Unidos. En efecto, allí, en menos de una año tendremos presidente nuevo y, esta vez, bien gane la presidencia el candidato por el lado republicano, John McCain, o gane, el candidato demócrata, Barack Obama o Hillary R. Clinton, en cualquiera de los casos, el desarrollo sostenible se va a convertir, en los próximos años, en la apuesta norteamericana por excelencia. Desgraciadamente, esto que yo afirmo no está quedando muy claro para todos pues he de reconocer que abundan muchos temores en la gente. Son temores derivados de la propia desidia e incapacidad de nuestros líderes actuales para apostar responsablemente por el desarrollo sostenible.


En efecto, hace unos días tuve ocasión de departir una charla con unos jóvenes universitarios preocupados por las grandes incertidumbres que pesaban sobre el futuro de nuestra sociedad. En el debate, además de la grave situación económica que nos está sobreviniendo este año y que se deriva de la burbuja inmobiliaria-crediticio-financiera que nos han dejado los irresponsables impulsores del negocio del ladrillo, se plantearon otros temas más relacionados con el agotamiento del petróleo y del actual modelo socioeconómico, así como el papel de liderazgo, a nivel global, que podría cumplir China en un futuro no muy lejano o, alternativamente, la presumible recuperación de la economía de Estados Unidos, está vez en clave de sostenibilidad y apostando muy fuerte por ello.


No voy a pretender recoger todo lo vertido en aquel vivo y apasionante debate pero si me gustaría destacar aquello que considero clave a la hora de construirnos un futuro que merezca la pena vivirlo. Esta consideración impuso que mis respuestas, a veces, se tornaran en una reflexión en voz alta sobre lo que estaba claro que no había que seguir haciendo. Sobre esta cuestión, todos coincidimos en que no podíamos seguir haciendo más de lo mismo pues, además de insostenible, podía llegar a ser también suicida para nosotros.


Como conclusión, entendimos que el futuro no estaba, en absoluto, determinado para nosotros y que todo dependería de nuestra eficaz adaptación al nuevo paradigma socioeconómico emergente. Admitimos también que la única solución posible consistía en apostar con fuerza por el desarrollo sostenible. Sin embargo, todos o casi todos coincidimos en que dicha apuesta era, hoy por hoy, un propósito incierto, cuando no improbable, debido a la falta de un liderazgo claro por el desarrollo sostenible. Entendíamos que para superar con éxito el cambio de era, el logro del desarrollo sostenible era una condición “sine qua non”, dado el alcance de los retos a superar. Dicho en otras palabras, sin alcanzar el desarrollo sostenible, la transición del actual modelo socioeconómico al nuevo modelo basado en una economía de bajo consumo de energía y, sobre todo, de hidrocarburos fósiles, nos parecía un objetivo imposible de lograr sin apelar a soluciones traumáticas.


Así pues, dada nuestra temeraria impotencia y falta de responsabilidad para resolver nuestros problemas de futuro, comenzamos a mirar a Europa como la única tabla de salvación. En efecto, la apuesta de la Unión Europea por el desarrollo sostenible podía ser la fuerza tractora que necesitamos la construcción de nuestro futuro. El liderazgo que necesitábamos se llamaba Europa. Su apuesta por el desarrollo sostenible era inequívoca. En este sentido, y tal como plantea la “Estrategia revisada de la UE para un Desarrollo Sostenible”, que fue aprobada en junio del 2006, un desarrollo sostenible significa que las necesidades de las actuales generaciones que conviven juntas siguiendo el hilo de los tiempos deberían poder ser satisfechas sin comprometer los necesarios márgenes de libertad que las futuras generaciones deberían tener para poder satisfacer sus propias necesidades.


Según la UE, se trata de nuestro compromiso a favor del desarrollo sostenible y constituye un objetivo general de la Unión Europea y que figura en el propio Tratado. Además, aunque en nuestro caso no se cumpla, este objetivo debería regir todas las políticas y actividades de la Unión Europea. Se trata de preservar la capacidad de la Tierra para sustentar la vida en todas sus formas. Se basa en los principios de democracia, igualdad de género, solidaridad, Estado de derecho y respeto de los derechos fundamentales, incluidas la libertad y la igualdad de oportunidades para todos.


El Desarrollo Sostenible persigue también la mejora continua de la calidad de vida y el bienestar de los habitantes del planeta, de los que vivimos ahora y de las generaciones que seguirán nuestras huellas. Para ello, la Unión Europea persigue una economía dinámica, con un alto nivel de empleo y educación, que mejore nuestro sistema de protección de la salud, de cohesión social y territorial y de protección del medio ambiente. A su vez, apuesta solidariamente por un mundo seguro y en paz, respetando siempre la diversidad cultural.


Aunque a veces nos parezca que vivimos en las antípodas y que todas estos objetivos no tengan nada que ver con nosotros, el hecho cierto es que pertenecemos a la Unión Europea y que si la UE asume su compromiso, a largo plazo, de responder a los retos que plantea el desarrollo sostenible, quiere decir que, lo hagamos mejor o peor, también lo habremos de asumir nosotros. Además, ello implica la necesidad de que extendamos la solidaridad al ámbito internacional y que intensifiquemos nuestro trabajo con otros países de fuera de la UE, incluidos aquellos países de rápido desarrollo que tendrán una incidencia importante en el desarrollo sostenible mundial.


En suma, y a la vista de todo lo expuesto, Europa es el único guía útil con el que podemos contar a la hora de intentar atravesar la transición al nuevo paradigma cuyo recorrido, lo sabemos de antemano, será una senda llena de emboscadas, provocadas por los sempiternos rentistas del sistema. Nos esperan, por tanto, muchos años de lucha y de trabajo pero soy bien consciente de que todo dependerá de nosotros y de lo mucho que nos acoplemos a las políticas de la UE. No obstante, sería bueno que asumiéramos también —como diría Eleanor Roosevelt: “que nadie podrá hacer que nos sintamos unos fracasados sin nuestro consentimiento”.


Si la historia del mundo es la suma de aquello que hubiera podido ser evitado, estamos escribiendo historia, pues vamos a luchar para que nuestra sociedad salga airosa de las tres amenazas que nos plantea el futuro: el cambio climático, el agotamiento del petróleo y el envejecimiento de la población. Se trata de tres amenazas que juntas dan más miedo pues sus impactos coinciden en el tiempo. Por tanto, será lógico que pensemos, más de una vez, que lo más probable será que fracasemos. Sin embargo, también es cierto que los seres humanos nunca saben de lo que son capaces de hacer, hasta que lo intentan, y nosotros somos muchos los que vamos a intentar, sin tibiezas ni descanso, alcanzar el desarrollo sostenible. Además, el futuro pertenece a quienes creen firmemente en la belleza de sus sueños y nuestro sueño es inmensamente bello pues se escribe en clave de sostenibilidad y solidaridad intergeneracional.

Juanjo Gabiña