Opinión

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Pamplona está desarrollando una campaña de comunicación mediante la que pretende concienciar a la población de la necesidad del buen uso y mantenimiento del mobiliario urbano, recordando el coste de cada elemento. Con ese fin, Barcina ha puesto por las calles etiquetas con el precio de las cosas, como diciendo, ¡a ver qué me haces, que esto cuesta...!

La acción pública es correcta en la medida en que es bueno hacer saber al pueblo lo que valen las cosas, y recordar que los espacios son de todos y deben respetarse y cuidarse, pero es pedante que sea precisamente quien más despilfarra el que lo diga. Y no lo reprocho aquí por la Alcalde de la vieja Iruña, precisamente...

Así, sin pensar mucho, ni estudiar demasiado la hemeroteca, en la Ribera llevamos lustros padeciendo un derroche desmesurado y sin sentido que a nadie parece molestar:

- La reforma del Matadero de Griseras, en Tudela, costó ciento y pico millones de pesetas, para después dejarlo sin actividad y dedicarlo a almacén de la Brigada y Albergue Juvenil.

- En torno a 200 millones de rubias de aquéllas costó el denodado “Parque de Barcelosa” con el que el PSOE quiso tapar la boca de los Ecologistas, y ahora sigue siendo lo que siempre fue, un erial.

- Y del Teatro Gaztambide, mejor no hablar. Ya Pérez-Sola pagó 80 millones de pelas a los Burgos de Cascante por el local, y llevan ya unos 6 millones de euros para no terminar de abrir un espacio público que, ¡ya!, se ha quedado más que pequeño.

Por eso, en lugar de etiquetar las cosas, ¿porqué no miran un poco más las Inversiones antes de gastar alegremente? Sólo con lo que se va en comidas y representaciones, teníamos para más Policía Municipal en la calle. M.