Opinión

Esperanza

Una mezcla de escepticismo y esperanza, con una gran dosis de prudencia, han recorrido el espíritu de muchos españoles acaparando el protagonismo en tertulias y conversaciones. ETA ha declarado un alto el fuego permanente, preludio de no se sabe muy bien qué. En sus comunicados, la banda terrorista, no renuncia a ninguna de sus reivindicaciones: autodeterminación y territorialidad (Navarra).

En estas circunstancias los españoles deberíamos depositar nuestra confianza en las fuerzas políticas que nos gobiernan y nos representan. Pero, ahí está el problema. Cómo podemos fiarnos de un presidente del gobierno y su gabinete que están descuartizando la nación y vendiéndola por parcelas, según sus necesidades políticas. Cómo podemos esperar un consenso entre los principales partidos políticos si hasta ahora se ha ignorado y arrinconado a los representantes de la mitad de los españoles. Cómo podemos confiar en la transparencia cuando han ejercido con gran maestría el ocultismo y la mentira. La anhelada paz, el fin de la violencia, la extorsión y el chantaje es una ambición de todos los españoles. Con ser algo tan deseado, después de más de treinta años, ¿qué ha cambiado ahora? Cuáles son las circunstancias inéditas que propugnan que la banda terrorista abandone definitivamente las armas y se integre en la vida democrática como una fuerza política más. O es que sólo sigue siendo un deseo.

Desde el gobierno se ha afirmado que no se pagará un precio político por la paz. Pero, hasta ahora, no se detiene a los terroristas, se les permite campar por sus respetos incluso como partido político ilegalizado y se ablanda tanto la persecución policial y judicial que se hace imperceptible. Se castiga a las victimas olvidando su memoria, ignorando su dignidad y negándoles justicia. ¿Se ha rendido el Estado de Derecho? Y sobre todo, el estatuto catalán, reconociendo a Cataluña como nación, además de otras exquisiteces, abunda en la consideración de un pago político anticipado. ¿Y ahora? Los terroristas, que sólo han anunciado un alto el fuego permanente, que no definitivo, quieren tutelar su proceso político alargando la sobra de las pistolas encima de la mesa. Proceso que pasa por una mesa de partidos sin exclusiones (incluyendo a la ilegalizada Batasuna), ¿para negociar qué? El País Vasco, Navarra y España tienen instituciones democráticas donde están representadas todas las fuerzas políticas. Entonces ¿para qué otras mesas de negociación política?

La normalización política con que tanto se llenan la boca y repiten hasta la saciedad se asienta sobre la falsa premisa de su inexistencia, cuando realmente lo anormal de la vida política es que existan ellos. Lo grande de la democracia es que mayorías y minorías tienen representación política y derecho a expresarse y ser escuchadas. Cuando por la vía democrática es imposible conseguir los objetivos políticos y se utilizan otras vías como el asesinato, la extorsión o el chantaje se rompen las reglas del juego y el propio Estado de Derecho, que nunca está en tregua, tiene que actuar para preservar la libertad, la igualdad y la justicia de todos los ciudadanos. Derechos que garantizan la única paz verdadera. Parece que estamos en un mundo al revés, los terroristas son interlocutores válidos del gobierno de la nación. Pero, si no hay contraprestaciones políticas y no abandonan definitivamente las armas y se disuelven ¿qué van a negociar? Una nación como España no puede conceder legitimidad al terror como si de un instrumento democrático se tratara.