Opinión

El valor de un "bravo"

El pasado domingo 21 en el Auditorio de Javier, Aula Francisco de Jaso, resonaba el último acorde de la 9ª Sinfonía de Beethoven y un bravo salía de lo más profundo de la garganta del señor presidente del Gobierno de Navarra cual si hubiera asistido al concierto más extraordinario de su vida. Hasta aquí se podría entender como algo habitual, Beethoven en su Novena es capaz de conmover al más frío y escéptico de los oyentes. Pero en este caso, para nosotros, los intérpretes, cada efusiva y repetidas muestras de satisfacción del señor presidente, más que una recompensa significó una puñalada trapera que poco a poco acrecentaba el sentimiento de impotencia de nuestras desprotegidas almas. El despropósito comenzarán a entenderlo al detallarles que el concierto corría a cargo de la Orquesta y solistas del Conservatorio Superior de Música de Navarra, formada por más de 70 jóvenes (80% de navarros) y el Coro de Yamaguchi (Japón), ayudados desinteresadamente por voces del Orfeón Pamplonés. La vergonzosa situación de nuestro Conservatorio Superior, que por cierto, las autoridades ocultaron a la delegación nipona recibiéndoles en el edificio de Teresianas (sede del Conservatorio medio) y el trato casi despreciable que desde el Gobierno se está teniendo con la Joven Orquesta, a la que se empeñaban en aplaudir ese domingo, y muchos otros detalles, nos impidieron disfrutar de los bravos llegados desde el público.

Otro detalle fue la asistencia del consejero de Educación don Luis Campoy, al que felicitamos porque por fin le hemos visto en un acto que tuviera que ver con el Conservatorio Superior de Música de Navarra del que, por si aún no se ha dado cuenta, le recordaré que es máximo y último responsable. La primera y última vez que le habíamos visto fue tiempo ha en el solemne acto académico de apertura del curso del año en que era presentado como consejero de Educación. Tiempo más que suficiente para que, curiosamente, a día de hoy haya retirado el presupuesto de la Orquesta del Conservatorio Superior de Música de Navarra a la que el domingo aplaudía enérgicamente. Van entendiendo lo de las puñaladas ¿no? El concierto, enmarcado en la visita de la delegación nipona de Yamaguchi, gobernador al frente, con el V Centenario de San Francisco de Javier como trasfondo, se celebro quasi a puerta cerrada en Javier, sin apenas propaganda que advirtiera a la melómana sociedad navarra que ese domingo, a la intempestiva hora de las cinco de la tarde y con entrada gratuita (algo poco habitual tratándose de una producción como la de la Sinfonía de todos los tiempos ) se celebraría un concierto digno de cualquier gran escenario de la capital navarra (y no miro a nadie...) como era deseo de los japoneses.

La increíble hospitalidad recibida por la delegación navarra el pasado verano en la gira que nos llevó a interpretar la última de las sinfonías de Beethoven junto a dos coros nipones, llenando dos inmensos auditorios, uno de ellos mayor que Baluarte, hizo que los días previos a la llegada de los japoneses, la Orquesta viviera impotente y sumida en un sentimiento de culpa continua cada noticia que apuntaba que no íbamos a ser capaces de corresponder a ese gran pueblo que es el japonés. Por cierto he nombrado Baluarte, escenario más que vetado para todo músico navarro que no forme parte de la nueva Orquesta Sinfónica de Navarra que, por cierto, son más bien pocos. Y del que un estudiante del Conservatorio Superior de Música de Navarra no recibe ningún tipo de ventaja, mientras que uno de la UPNA obtiene hasta el 40% de descuentos. Por hoy no ahondaré más en el tema.

Una vez todos en Javier, comenzado ya el concierto y con apenas media entrada de aforo, claramente diferenciado en una mayoría de turistas domingueros de típica comida en el campo a los que les sorprendió el ocasional evento, los incondicionales que por el boca a boca se pudieron desplazar y unos cuantos japoneses llegados para la ocasión, muchos de ellos con sus tradicionales kimonos de gala dando muestra de la importancia que para ellos tenía el evento, asistimos a lo que estaba más que cantado. A las continuas huidas en desbandada de ésos que se adentraron en la sala para ver qué se cocía, sumaremos esta vez las interrupciones de aplausos en cada uno de los movimientos, incluso en mitad del sublime 4º movimiento, aplausos que el propio don Miguel Sanz intentó aplacar con gestos hacia el respetable más que ostensibles. Gesto, el del presidente, que agradecemos, pero que creemos que hubiera sido evitable si a la hora de organizar este concierto hubieran tomado el mismo empeño que a la hora de publicitar a Noa, Radio Tarifa, The Chieftains, Madredeus y se hubiera celebrado en el lugar que todos los que allí presentes estábamos nos merecíamos, o como para los anteriores conciertos citados se hubieran habilitado autobuses voy vengo desde la capital del Viejo Reyno. Agradecemos también que se nos oferten conciertos de calidad tan contrastada como los que se han ofertado para próximas fechas en Javier, pero permítanos que no entendamos que se deje pasar una oportunidad como la del domingo, cuando toda una orquesta, coro y solistas plagada de jóvenes navarros de manera desinteresada como todos los que se subieron a ese escenario y con el atractivo de dicho repertorio dirigido además por otro navarro, queden en el olvido.