Opinión

El tiempo, y los toros

Está visto que los tiempos cambian que es una barbaridad... Antes en invierno hacía frío, y punto. Ahora, sin embargo, los telediarios dedican todo su tiempo a decir que en diciembre hace fresco, y que marzo marcea, con retransmisiones vía satélite en las que se ve hasta caer los copos en las cumbres, y helarse el moco en el puerto a la abrigada reportera y al abigarrado -por no decirle estúpido- cámara.



Es lo que debe tener eso de la “modernidad”, si no está sobredimensionada, no se existe. ¡Qué le vamos a hacer! Quizás le dan tanta importancia porque es un gran recurso ese del tiempo para hacer perder el ídem a la concurrencia.



Hasta ahora, siempre que uno se encontraba en una situación embarazosa recurría a hablar del tiempo... En el ascensor, con la suegra, cuando el guardia de turno te pide los papeles, cuando te encuentras con aquella novia del pleistoceno, cuando te cruzas con un guiri y apenas hablas su idioma -o él el tuyo-, entre otras motivaciones, sirva el ejemplo.



Sin embargo, nuestros políticos están modificando el mundano hábito introduciendo una nueva variable en las conversaciones: Los toros. Ahora está de moda que salga el temita de marras en las tertulias y que nuestros mal pagados y peor trabajados representantes públicos se pongan a hacer el pino con la materia, a la sazón, “Bien de Interés Cultural”.



¡Manda güebos! Lo lamentable y curioso del caso es que todos entramos al trapo y dejamos que nos hagan perder el tiempo una vez más.



¡Voy a inmatricular el quiosco de la plaza de los Fueros entre tertulia y tertulia!