Opinión

El solsticio de Invierno y el Olentzaro

En la antigüedad, durante el solsticio de invierno, el ancestral pueblo vascón celebraba diversas festividades espirituales de carácter pagano que exaltaban el renacimiento de la naturaleza, del sol y de los propios hombres. Y por eso también, su posterior desaparición con la que da paso al año nuevo lleno de vida. Nuestros antepasados sostuvieron este culto durante muchos siglos, incluso después de la imposición de la religión cristiana en esta parte de Europa, conocida políticamente por los naturales del País como Nabarra. Una fiesta realmente importante para nuestros antepasados constaba de varios días de duración, concretamente se desarrollaba entre los día 20 y 23 de Diciembre.



Nuestros ancestros creían que la muerte no era el final y que le seguía la vida. Es precisamente esta imagen de renovación y revitalización la que simboliza la figura del Olentzaro. De ahí su semblante mayor y fugaz, cercano a la decadencia, pues lo que representa en el fondo, es el tiempo pasado que está a punto de morir. En ese contexto precristiano debemos situar el origen del Olentzaro, siendo a su vez natural de la zona de Lesaka.



El cristianismo, concretamente el católico, en su labor de “colonización espiritual”, ajustó las antiquísimas costumbres de los vascones o nabarros, a sus nuevos dogmas. Por ello, el personaje del Olentzaro se convirtió en el anunciador de la noticia del nacimiento de Jesús, frente a su significado inicial de anunciador del renacimiento de la naturaleza, del sol y de los hombres. Así se pretendió dotar al personaje nabarro, ancestral gentil vascón, andrajoso, sucio, tragón

y borrachín, de un significado cristiano y más doméstico acorde con las enseñanzas de la iglesia católica y romana, siendo acelerada esta deformación del protagonista o impositiva transformación, en el último cuarto del siglo XX.



Sea como fuere, el Olentzaro forma parte ineludible del solsticio de invierno y de las Navidades en la Nabarra Osoa. Aunque, ciertamente, su significado se haya minimizado al simple hecho de hacer la gustosa tarea de llevar regalos para los más pequeños de la Nación nabarra.