Acaban de tener lugar las elecciones en el Reino Unido con la clara ventaja de los conservadores frente a los laboristas y la contundente victoria de los nacionalistas en Escocia, toda una lección de democracia de un país acostumbrado a llevar a las urnas sus problemas, sin tapujos. Y ahí ha sido premiada la gestión de los recortes liderada por David Cameron, como es lógico para una sociedad consciente y madura.
Aquí la derecha está entusiasmada y sacando pecho por la contundencia de aquellos resultados electorales, que denotan madurez y claridad de ideas de la ciudadanía anglosajona. Pero otra cosa es que la reflexión sirva para extrapolarla a una España que necesita, de una vez, modernizarse de forma contundente, aunque las reformas más obvias se estén reclamando por la vía de un desmembramiento político histórico.
Así, el panorama hispano se vislumbra complejo y cuarteado. Sin mayoría claras, que empujarán al trabajo arduo de los acuerdos y la cohabitación a una política profesionalizada, alejada de la realidad, sectaria, doblegada para sus adentros de marca e intereses y acomodada... ¡Menudo reto para el país!
