Opinión

El pueblo tamil no ha dicho su ultima palabra

Las celebraciones cingalesas, intentando representar su triunfo militar en esta fase del largo enfrentamiento con el pueblo tamil, no deben ocultar la realidad que deberá afrontar en el futuro si continúa con su planificado genocidio contra la población tamil.

La decisión de los dirigentes de los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil (LTTE) de acallar las armas para evitar que la ofensiva militar de Colombo siga cobrándose más víctimas civiles, hay que encuadrarla en las declaraciones de los mismos, cuando han apuntado que “ante estos momentos sin precedentes históricos se hacen necesarias decisiones históricas y prudentes. Si se trata de salvar las vidas de miles de personas, y si es necesario dar este paso, se da”.

El actual escenario ha sido el producto de toda una serie de factores. Desde hace unos a_os, la coyuntura internacional se ha situado claramente en contra de las demandas tamiles, y sobre todo contra su representante, el LTTE. Si el acuerdo de negociación y alto el fuego de febrero del 2002 se produjo en cierta medida al amparo de lo acontecido el 11-s del a_o anterior, a partir de esa fecha el movimiento de fichas internacionales ha imposibilitado al LTTE mantener el pulso a Colombo.

El triunfo del Partido del Congreso indio en 2004 (que mantiene una larga historia de enfrentamiento con el LTTE, al que acusa de dar muerte al entonces primer ministro Rajiv Gandhi), la política de Bush en su cruzada personal en la “llamada guerra contra el terror”, que aprovecharán los dirigentes cingaleses para lanzar una feroz campa_a diplomática por todo el mundo para cortar los lazos del LTTE con la diáspora tamil, al tiempo que se incluye a la organización en la “lista negra”, lo que dificultará todo tipo de movimiento y muestra de solidaridad hacia el pueblo tamil.

Además, los dirigentes de Sri Lanka provocaron una importante ruptura dentro del LTTE en 2004, cuando lograron que el máximo responsable de los tigres en la zona oriental, el comandante Karuna, pasasen a colaborar con el gobierno de Colombo, al tiempo que atacaban a sus antiguos compa_eros de lucha.

Tampoco el desastre humano que desencadenó el tsunami del 2004 ayudó al pueblo tamil en su lucha por la autodeterminación, el coste de vidas humanas estuvo acompa_ado por los obstáculos del gobierno cingalés para que pudieses recibir la ayuda internacional, necesaria para paliar en cierta medida el sufrimiento en aquellos días.

No obstante, también cabe hablar de ciertos errores de apreciación del LTTE en esta coyuntura. Si la pérdida de uno de sus cuadros más importantes, Anton Balasingham, que falleció de cáncer, supuso una seria dificultad para los tigres a la hora de “sincronizar sus movimientos con los que se producían en la escena local e internacional”, otros factores tampoco ayudaron al LTTE.

Sus esperanzar recientes en los posibles cambios de la política de Washington o Delhi, se han venido pronto abajo. La administración de Obama ha seguido apoyando al régimen cingalés, a pesar de los recientes llamamientos a un alto el fuego, y los resultados en las elecciones indias suponen un nuevo giro de tuerca, ya que el triunfo del Congreso Indio, unido a los malos resultados de los partidos tamiles, acelerará la política de apoyo entre India y Sri Lanka, sobre todo tras la irrupción de China en este escenario, dando también cobertura y apoyo al genocidio contra los tamiles.