Opinión

El olvido del Casco Viejo de Tudela

El Gobierno de Navarra ha dado el visto bueno definitivo a la urbanización Gardachales de Tudela, obra del reconocido arquitecto tudelano Rafael Moneo. Las cifras son de vértigo por el impacto que ello conlleva en la zona: el plan ocupa 50 hectáreas, de las que 349.444 metros cuadrados serán edificables, se construirán 2.477 viviendas (desde unifamiliares a bloques de 10 alturas), un parque de 41.000 metros cuadrados, un colegio de Primaria con 14.000 metros cuadrados, 40.324 en locales comerciales, 7.270 metros serán para uso industrial… Uno se pierde con semejantes proporciones.


Otro proyecto, el del la llamada “Eco-ciudad”, maneja números también astronómicos: 1.300.000 metros cuadrados de terreno comunal, 200 viviendas, campo de golf municipal de 750.000 metros cuadrados (con 300.000 más para una posible ampliación), 8.000.000 € de aportación municipal (que posteriormente serían recuperados en su mayoría y quedarían en 500.000 € y la cesión de los terrenos), etc…, según Ecologistas en acción de Navarra.


En 3 ó 4 años Tudela se va a extender varios kilómetros en dirección a Fontellas o Corella, de manera que el centro histórico de la ciudad va a quedar desplazado a uno de los vértices de una especie de rectángulo, por el límite del Ebro, en cuyo centro acabará estando el cementerio. Se deja agonizar al tradicional corazón de la ciudad para ser sustituido por el lugar de los muertos. Toda una metáfora de cómo puede ser el futuro de Tudela.


Se ha optado por la expansión y un crecimiento a todas luces desproporcionado, en lugar de aprovechar y reconstruir el núcleo urbano existente. Por mucho que se hable de ecología, este aumento del suelo urbanizado de Tudela conllevará más polución, al utilizarse más coches, más ruido y más problemas de aparcamientos.


Richard Rogers, al que recientemente se le ha entregado el Premio Pritzker, el “Nobel” de la Arquitectura, en una entrevista concedida a la revista de El País (03/06/2007) explica el éxito de la recuperación de Londres como lugar habitable. Según él “es la vida de los ciudadanos lo que construye una ciudad”, por lo que en esta reconversión de la capital inglesa ha dado prioridad a reconstruir el núcleo urbano en lugar de apostar por el avance expansivo y el crecimiento. Para ello ha saneado el centro de la urbe destinando los edificios restaurados a viviendas sociales y otras de lujo, de manera que los promotores compensan la diferencia de unas y otras construcciones gracias al valor del suelo y de las ayudas municipales.


Esta arquitectura sostenible apuesta por la mezcla social, el evitar guetos y la pauperización o el excesivo elitismo de las zonas céntricas. Se recupera de esta manera los espacios para la gente y se evita que la construcción suponga más un deterioro que un beneficio para el desarrollo de los centros históricos.


Tudela debería replantearse el modelo de ciudad al que aspira y observar lo que está sucediendo en grandes ciudades como Londres, que, salvando las diferencias, en los últimos años ha vuelto a recuperar la vitalidad y la alegría de antaño, alejándose de la ciudad muerta a partir de las cinco de la tarde en que se había convertido con la salida de los londinenses al extrarradio urbano.


Tras tres legislaturas de mayoría, poco ha hecho el Ayuntamiento por el casco viejo de Tudela, salvo intervenciones puntuales o arreglos en su frontera exterior, como la peatonalización de Herrerías. Urge una actuación ambiciosa y definitiva, que no se eternice como ha sucedido con la rehabilitación de la manzana del horno Coscolín. No se puede ir tan despacio si queremos que el casco histórico de Tudela no se deteriore, que no se muera, y recupere así el dinamismo comercial y social de otros tiempos.


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