Opinión

El Mus y el Monopoly

Resulta curioso que el Monopoly, ese juego competitivo y atroz, naciera durante la depresión de los años treinta,

y que ahora que acaba de cumplir los 75, se haya modernizado en su vejez ante otra crisis y de las gordas.



Es una pequeña broma del destino que el Capitalismo esté en la ruina, y que uno de sus vástagos más lúdicos se refuerze con una nueva versión que, a la postre, es más de lo mismo: Su realidad sólo permite dos caras. O ganar o perder, ser rico o ser pobre, y en cualquier caso de forma muy aburrida, como en serie.



En estos momentos de miedo colectivo, de parón, es un símil perfecto enfrentarlo al Mus, ese juego popular y tan nuestro basado en la complicidad, el orden de unas reglas sencillas pero estrictas, y fundamentadas en la verdad y el compañerismo. Modelo, a mi modesto entender, de lo que habrá de ser el futuro si queremos llegar a algo... Sin compadreo, ni colaboración sostenible, el tahúr principal nos sacarán del tablero una vez más y nos lo hará pagar, como siempre, ¡y bien caro!



Señas y giños serán los avisos que nos pone el destino ahora mismo sobre el tapete. Podremos jugar a pequeña, y no arriesgar, o ponernos el mundo por montera y vivir la vida de órdago en órdago, viéndolo venir todo, apostando al creer en nosotros mismos. ¡Es nuestro futuro, sólo cabe jugar!



Pero la situación actual, que nos tiene muertos de miedo como gallinas o cuan avestruces humillados mirando al suelo, replegándonos sobre nosotros mismos, sólo nos puede conducir,

-como una ruleta rusa- o a la cárcel o a la pobreza extrema, frente a la “suerte” de otros, que sólo acapararán hoteles encontrados por el camino del azar. ¡Hagan juego, señores! ¿Hay Mus?