Opinión

El derroche del alumbrado navideño

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Nuestras calles se llenan estos días de iluminación adicional, innecesaria para transitar por ellas, cuyo único objetivo es la incitación al consumo de artículos de todo tipo, durante muchos días sin siquiera coincidir con el calendario estricto de las fiestas.



El alumbrado en si mismo supone gastos de millones de euros tanto en su instalación, funcionamiento y posterior desmontaje, así como la emisión de toneladas de CO2, gas de efecto invernadero cuyas emisiones deberemos pagar por el incumplimiento de nuestro país de los acuerdos internacionales recogidos en el Protocolo de Kioto. Este derroche es innecesario e inmoral, al darse en un momento en que se recortan los gastos sociales y nos amenazan con menos pensiones y más años de trabajo para percibirlas.



Proponemos que se utilicen sistemas de decoración reflectantes, artesanos, reutilizables y si necesitan energía que usen LEDs u otras bombillas de bajo consumo alimentados con placas fotovoltaicas para que no supongan una carga a las maltrechas arcas municipales.



El problema ambiental no es menos grave, la temperatura media de la Tierra en los últimos doce meses ha sido la más cálida registrada y los efectos de un clima más cálido los podemos ver en la ola de calor de este verano en Rusia, las inundaciones de Paquistán, China, la India y Centroeuropa o las actuales en América Latina, los temporales de los pasados días en las costas del norte de nuestro país o las sequías de Australia y África, que han condenado a la hambruna a millones de personas.



Al impacto ambiental del alumbrado se suma el que produce el consumo que se estimula con él, jugando el mismo un papel multiplicador. Entendemos por otra parte que para los pequeños comercios la época navideña puede darles un respiro en su economía y que se debe apoyar el comercio de cercanía pero guardando el equilibrio entre consumir adecuadamente y despilfarrar. Es necesario contar con ellos para consensuar medidas en el ámbito local como puede ser disminuir drásticamente las luces pasadas las once de la noche.



Todo esto ocurre cuando en Cancún los dirigentes del mundo se reunieron para simular que les importa el sufrimiento de decenas de millones de personas, en un encuentro que pretendió llegar a acuerdos jurídicamente vinculantes que no se lograron alcanzar el año pasado en Copenhague y que tampoco acordaron ahora.