Opinión

El chupinazo, sin toros por favor…

Cada año las fiestas patronales se recuerdan y pasan a la memoria por algún hecho o suceso fuera de lo habitual. Hace dos años fue la explosión del toro de fuego y el año pasado los tristes encierros en los que uno de los toros, un día, se devolvió a los corrales y al día siguiente otro astado murió en pleno recorrido.

Este año, sin duda, será recordado por el hecho de haber habido corrida el día 24, por, lógicamente, no haber corrido los toros ese día el encierro, y por el fracaso de público en la plaza. A decir de los entendidos, nunca se había visto la solanera tan vacía y nadie recordaba tanto cemento no sólo en la zona soleada, sino en otras zonas más sombrías.

Lo primero que tengo que decir es que respeté en su día la decisión del empresario Martínez Flamarique, no la compartí evidentemente, no creí que fuese acertada, pero desde el primer momento manifesté que el empresario es el que contrata toros y toreros y hasta ahora decide qué día hay o no corrida en fiestas. Por lo tanto, el empresario pensó que podía sacar más rentabilidad realizando el festejo de Victorino el día 24, apostó por ello y hay que respetarlo.

Es cierto que desoyó la voz del Ayuntamiento, la de las peñas y la de la sociedad tudelana en general, pero es su empresa y actúo como empresario, ni más ni menos.

Precisamente la pena y el error es ese, que esta decisión se basara únicamente en el mero interés financiero. Si conociera Tudela y sus gentes, hubiera comprendido que el día 24, el día del Chupinazo, se ha convertido desde hace años en el día grande de las fiestas (junto con el día de nuestra patrona Santa Ana y por distintos motivos obviamente).

Es el día grande no por sus actos, que apenas existen, sino porque a los tudelanos nos invade la alegría, nos desfondamos, bebemos, almorzamos con amigos que vemos pocas veces al año o de 24 en 24 de julio. Vamos a las peñas, saludamos, nos abrazamos… y esa alegría y desenfreno por pasarlo bien hace que no estemos para ver toros por aficionados que seamos.

Sólo unos pocos, taurinos hasta la médula, sacrificaron este día en pos de la fiesta nacional y tuvieron la fuerza de voluntad para ir a la plaza tras estar de juerga y diversión hasta esa hora. Precisamente esos son los que acudieron a la “Chata” junto con los visitantes de otras localidades.

Por ese motivo “Chopera”, al que no conozco apenas y al que he criticado por su empecinamiento de no traer a Francisco Marco a Tudela,

y he aplaudido por la oportunidad, merecida, que dio a Diego Urdiales hace tres años, no puede culpar a nadie excepto a él mismo.

No puede culpar a las peñas y a los tudelanos en general, no les puede achacar su poca afición, no puede culpabilizarnos por ser como somos el día 24. La culpa la tiene una mala decisión empresarial, una obcecación de anteponer el beneficio empresarial a la idiosincrasia del Chupinazo.