Opinión

El burka, al desnudo

Esa prenda islámicamente femenina, que humilla y ningunea a la mujer, se está convirtiendo en ariete impresentable tras el que está aflorando, camufladamente, la mayor de las ibéricas xenofobias.

Toda vez que ni que decir tiene que la dignidad y libertad de las féminas es un derecho legítimo e inalienable, es triste que estemos cayendo

en los tópicos de esa nueva Santa Inquisición del siglo XXI, que esconde el hábito de los de siempre, esa ingente marea de defensores de la tradición y lo políticamente correcto, tras la tierna defensa de la infiel alejada del único Dios verdadero, escondida en formas que se desdibujan tras las telas, frente a una mujer-objeto moderna y comercial, que lo es directamente proporcional a su ligereza de ropa -según el nuevo estigma social-.

Si triste es que los Ayuntamientos, según su corte ideológico, estén reglamentando sobre una materia que no les es propia -como prohibir el dichoso trajecito- más triste es el debate que tras éste se genera de la mano de una Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que salta preocupada ante la ofensa de que los crucifijos puedan salir de aulas y salones de plenos, en una gesta propia de las mayores cruzadas.

Entre tanto, ese eufemístico “orden público” así entendido, como garante y en el sentido exclusivamente preventivo, frente a muchos riesgos colectivos, se puede convertir, por sí mismo, en el mayor de los peligros frente a esa Libertad, en general, que pretende amparar y proteger... ¡Mientras el desnudo se siga considerando una falta, el burka será una burda excusa más para marcar al diferente!