Opinión

El Ablitero ausente

Ocurrió en las pasadas fiestas patronales. Acudió a la comida organizada en la “Pista Monterrey”. Me cuenta que la última vez que pisó aquel lugar era apenas un adolescente a punto de abandonar esa bonita y a la vez difícil etapa. Actuaba esa tarde aquel famoso trío de música pop de los años 70, conocidos como “Los Mismos”. Me describe esa jornada con una sobredosis de nostalgia, pues no en vano, esa misma noche, al fin, bailó con la chica que más le gustaba, que por cierto no volvió a ver, ni hablar con ella hasta que la casualidad, al cabo de tantos años quiso, se sentara a su lado, y hablaran de aquellos pasados años adolescentes, pues nunca, -se lamenta-, coincidió, siquiera por la calle en los esporádicos y breves viajes que hacía al pueblo.

Aunque suponía que nuestro pueblo habría sufrido cambios significativos al cabo de estos años, incluso en lo que a la celebración de fiestas se refiere, según me apunta, le sorprendió mucho que las pistas de baile, tanto la mencionada como la de Nicolás, ya no estuviesen en funcionamiento y que el único baile existente se halle en la plaza, aunque más que bailar, lo que se hace, -me resalta-, es observar. Más aún le sorprende las actuales peñas de cuadrillas que nada tienen que ver con las que el dejó en su juventud. Ahora los locales son propiedad de los socios y no cuentan con un pequeño cuarto, alquilado por entonces, únicamente para la semana de fiestas. Cualquiera, a lo largo de su vida ha sido un ablitero ausente, ¿quién no ha perdido un ser querido?, ¿quién no recuerda su ausencia durante la mili?, ¿quién no tuvo que preparar los dichosos exámenes de septiembre cuando era estudiante? y que no decir de los emigrantes, estos últimos, sobre todo eran los grandes ausentes, año tras año.

Quien haya experimentado alguna vez esa ausencia involuntaria sabrá comprender lo duro que se hace estar lejos de tu pueblo sin siquiera poder estar esos siete días de septiembre. En cualquier círculo, sea familiar o de amistad, seguro que hallamos a alguien que anhelará esa semana, y que con los medios tecnológicos que ahora disponemos no estaría de más, enviarle una fotografía, un video, o el simple programa de fiestas, en definitiva un recuerdo hacia él. Por si algún ablitero ausente recibe en sus manos este breve relato, que al menos sepa que alguien se acuerda de él.

Pedro J. Soto Santos