Opinión

Dos filosofías (o más)

No sé muy bien porqué, pero cuando escucho a un busto parlante que apenas dibuja su labio superior y acompaña con cierta mueca lateral ocho de cada diez palabras de las que dice, desconfío. Esta imagen expresa desdén, cierto desprecio por el resto de los mortales. Desprecio y desdén que ese busto parlante ni siquiera intenta disimular.



Si añadimos a estos actitudes un aire gris en pelo y traje, nos resulta el contorno de alguien que se cree que ha llegado a nuestras costas para enseñarnos, dirigirnos y aleccionarnos. Es entonces cuando nos mira por encima de su hombro: es la primera fase. Pero la cosa no queda ahí, pues requiere su dosis diaria de conflicto, por lo que, si se le contesta con el silencio, pasa a la acción. Recibe entonces un contraataque de quien defiende esas costas asturianas. Contraataque directo, arriesgado y franco como se merece un gris y altivo invasor. Este hombre gris se ha encontrado con la bravura y la franqueza de una voz ronca y directa, que no tuerza el morro y mueve ambos labios con soltura. Y además, mira por encima del hombro solamente por que no es alto.



Y luego está el otro, sonriente, de visión expresiva, que cuando echa a andar acaba de dejar su potro aparcado, suavemente laceado. Ese otro de frase subliminal, de lectura fácil y entre líneas, de respuestas cortas, casi monosílabas. De testa limpia por escasamente poblada. Este otro de mirada viva, de respuesta de humor compartido. Se pilota como quien hace de su labor una afición, un hobby, un entretenimiento, y a la vez es consciente de a quién y a qué representa. Es por eso que mide, controla, no hace públicas las críticas internas, precisamente por que son eso, privadas, manteniendo siempre el respeto, la educación y la consideración.



El uno o el otro. La prudencia o la verborrea. La elegancia o la grisura. El respeto o la desfachatez. La educación o el desprecio. La humanidad o los datos. La persona o los números. El aprecio directo o el miedo conseguido a golpe de fríos resultados.

El que despierta un temor receloso o el que es amigo de todos sus colegas porque todos sus colegas le aprecian. El traductor o el maestro.

¿Con cuál hemos de quedarnos?