Opinión

Dejen de fumar... por cojones

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A pesar de que ya nos lo avisaron, no puedo evitar alucinar ante las surrealistas escenas que uno ve por la calle desde el comienzo del año gracias a la nueva ley/ocurrencia de nuestro gobierno, aprobada en el parlamento.



Fumadores cual fugitivos apurando el pitillo mientras se pelan de frío ante su bar de toda la vida. Otros calculando frente a las fachadas de los hospitales si se encuentran a la distancia reglamentaria desde donde encender el “filter”.



Luego en casa, enciendes la tele y aparece la Pajín, cual Goebbels, invitando a denunciar al prójimo si se planta un Farias en mitad de la partida de mus.

Pues sí, el tabaco indiscutiblemente es una mierda, pero supongo que a algunos, antes de asentir y dar las gracias al estado, también nos surgen varias preguntas:



¿Por qué no había, ni hay, un control sanitario al menos tan riguroso como en el resto de los productos?



¿Por qué el gobierno gana un pastón para las arcas públicas con los impuestos, mientras con rostro grave nos advierten de lo malísimo que es el tabaco?



¿Era necesario convertirnos, no sólo en el país con mayor porcentaje de paro de la UE, sino también en el más irascible, con todo el personal de mala leche dejando de fumar al mismo tiempo?



¿Por qué no le echan lo que hay que echar y lo prohíben de una vez por todas, ya que es tan malo, en lugar de marear a hosteleros y clientes?



Esa hipocresía, esa improvisación, esa falta de seriedad y ese afán chapucero es lo que a uno le huele tan mal como un cenicero.



Vamos, fume usted, pero que no se le vea, queda feo y muy poco europeo...



Precisamente ahora que ese atajo de cuervos, también llamados “los inversores”, esos que cuando dicen mierda, tu contestas amén, nos tienen enfilados, nada mejor que esta ley para que hablemos de ello y no demos mucha guerra, en lugar de exigir que nuestros políticos tiren del carro, pero en la misma dirección.



Claro que, a la luz de nuestra propia historia, temo que sea mucho pedir...



En realidad, a mí esto ni me va ni me viene, ya que no soy fumador y además de respirar un aire limpio y puro no me volverá a oler la ropa cuando vuelva a casa a dormir la mona.



Y una vez en la cama, soñaré que vivo en un país feliz y aséptico como un anuncio de compresas, donde no necesitamos pensar por nosotros mismos, ya que nuestro estado benefactor vela por nosotros.



¿Les suena?