Cosas de vagos

Todo el mundo tantea estos días en los corrillos de amigos, de forma sutil o un tanto disimulada, la opinión de unos y otros sobre la compleja cuestión del trabajo que ahora parece que se ha elevado a los altares, porque un Gobierno -esta vez del PP-, ha dado un paso en una materia de la que llevamos hablando tiempos y tiempos, y nadie quiere poner

en el nivel que le corresponde...



Si en lugar de los malditos Mercados, los Inversores -que no Ahorradores-, las Calificaciones de Riesgo, las Deudas y los Presupuestos, habláramos más de Trabajo, así, con mayúsculas, este país de mierda, cainita y aprovechado, no hubiera llegado al punto en el que está. Y no sería carne de cañón ni la Reforma Laboral ni los Derechos que amparan ni Estatuto ni Constitución. Y el sentido común sería quien regiría las relaciones profesionales, y las variables Esfuerzo-Retribución harían de reinas.



Y si el Trabajador no consintiera que sus representantes dedicaran las horas sindicales a irse a coger setas o a "sus labores", y el Empresario y el Autónomo o el Comerciante exigieran de la Administración Pública más seriedad y concreción, otro gallo nos cantaría. Porque todo lo demás, incluido el supuesto ruido de sables que vamos a escuchar a partir de ahora, sólo es una pantomima...



Y la pregunta es contundente: ¿A quién preocupa la Reforma Laboral?



Sólo a los vagos. ¡No hay otra!



Y el que no lo quiera entender, que se vaya a Cuba, que allí han encontrado e idealizado la solución perfecta para el pleno empleo.