Opinión

Constantino Salinas

Líder histórico del socialismo navarro. Según Manuel Irujo, “la figura de mayor prestigio del socialismo vasco”. Nacido en Alsasua en 1886, fue médico de profesión; iniciado en la masonería. En 1916 ingresó en el PSOE y representó en los congresos del partido a la Federación Vasco-Navarra que encabezaba Indalecio Prieto. Concejal de Alsasua en 1931, fue nombrado vicepresidente de la Diputación. Partidario del Estatuto de Autonomía Vasco, resumía así su pensamiento: “Mi madre es guipuzcoana; mi padre alavés; mi compañera vizcaína; mis hijos y yo, navarros. Las cuatro provincias se dan mano en mí. Mi amor a la patria chica no es incompatible con el amor a la patria grande, ni a la patria universal a la que, como socialista, aspiro”.

En 1936 fue candidato provincial por el Frente Popular. Estallada la guerra, pasó al frente republicano. Fue nombrado director de los hospitales militares del Gobierno de Euskadi. Tuvo que salir exiliado a Buenos Aires. Escribió en muchos periódicos y dejó libros en prosa y en verso, generalmente firmados por Juan de Navarra. Destacan Montañas de Navarra, Sepulcros blanqueados… En 1945, al formarse el Consejo de Navarra con la intención de posibilitar la unión de Navarra al Estatuto vasco común, fue propuesto para presidirlo.

Falleció en Buenos Aires, en 1966.

Quedan para la historia sus palabras en la Asamblea que presidió en junio de 1932, ante los delegados de 549 Ayuntamientos, reunidos para votar el Estatuto Vasco: “Quiero ante todo dar la bienvenida en nombre de Navarra; saludaros en nombre de esta provincia que, como dice el artículo uno del proyecto de Estatuto que va a someterse a vuestra discusión, tiene con Álava, Guipúzcoa y Vizcaya estrecho parentesco de orden étnico, cultural, político y económico, y jamás habrá ocasión como ésta para que pueda decirse que el saludo que yo dirijo a alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos es un saludo fraternal, porque, precisamente, estamos reunidos en esta Asamblea por imperio de esa hermandad, para fortificar unos lazos que, si hasta ahora no han sido todo lo apretados que debían ser, ha sido por culpa de una monarquía absorbente que vivió de espaldas a las conveniencias del pueblo español; los lazos que, a juzgar por estas incontenibles aspiraciones del País Vasco al promulgar conjuntamente por la autonomía, serán tan fuertes, que es de presumir que a lo largo de la historia venidera de las cuatro provincias no habrá vicisitudes que puedan quebrantarlas”.