El domingo 25 se conmemoraba el 50º aniversario de la firma del “Tratado de Roma” que dio pie al nacimiento de la Unión Europea, y los 27 jefes de Estado y de Gobierno de la actual Comunidad se reunieron para rubricar la denominada “Declaración de Berlín” sobre los valores, principios, metas y objetivos de la misma para intentar dejar atrás la crisis que supuso el No de Inglaterra, Francia y Holanda a la Constitución Europea, y una vez más la efemérides nos llenó de escepticismo al hablar de una Europa de los Estados y la Burocracia, alejada de la mundanal realidad de la calle y su ciudadanía.
La realidad económica que ya es Europa, de la mano de su fortísima moneda, el Euro, vive alejada de los principios morales más elementales que acerquen a los hombres y den sentido y espacio político a esa auto denominada “construcción europea”.
No se puede construir una sociedad sin contar con su gente y la tolerancia y los valores humanos están alejados de esa creación de valores comunes europeos. Ser ciudadano del mundo, y de Europa, debería propiciarse desde el amor y respeto a los conciudadanos de toda clase y condición, el respeto a las autoridades e instituciones que deben ser reflejo y garantía de y para todos, y una entrega al espíritu del ser humano que de forma altruista conforme realmente esa realidad denominada Europa. Mariano
