Opinión

Carmen, la paisana inmortal

¿Saben que la mujer navarra más famosa en el mundo hablaba vascuence? Pasó a la fama merced al escritor francés Próspero Mérimée, autor en 1846 de la novela Carmen, que inspiró luego la famosa ópera de Bizet, estrenada en París en 1875.

Curiosamente, los dos protagonistas de la novela son dos vascongados navarros. Uno es Carmen, la gitana de Echalar y otro José Lizarrabengoa, pelotari de Elizondo, a quien llaman José Navarro, porque escribe Mérimée, “tenía otro nombre vasco que usted ni yo podremos pronunciar nunca”.

En una venta andaluza, José “vasco y cristiano viejo”, pide la guitarra y entona “con voz dura, pero agradable” una copla triste y extraña. “Si no me equivoco –le dijo uno- no es una canción española... se parece a los zorcicos que he oído en las Provincias y la letra ha de estar en vascuence”. José le confiesa que en el juego perdió todo: “Cuando jugamos a pelota, nosotros los navarros nos olvidamos de todo”, por eso se enroló como soldado. Destinado en Sevilla, detiene a Carmen en una trifulca, y cuando la lleva por la calle a prisión, ésta intenta seducirlo. De pronto adivina que es vasco y al hablarle en su lengua desarma a su paisano: “Nosotros, los naturales del País Vasco –se justifica José- tenemos un acento por el que nos reconocen fácilmente los españoles, en cambio no hay uno sólo de ellos que pueda aprender a decir bai, jauna”. Así pues, Carmen no tuvo dificultad en adivinar que yo soy de las provincias vascongadas... -Laguna, ene bihotzarena, camarada de mi corazón –me dijo ella de repente- ¿es usted paisano?

Nuestra lengua, señor, es tan hermosa que cuando la oímos fuera de nuestra tierra nos hace estremecer –dice José-. -Soy de Elizondo –respondí a Carmen en vascuence, emocionadísimo-. -Yo soy de Etxalar –dijo ella- unos gitanos me trajeron a Sevilla. Trabajaba en la fábrica para ganar lo necesario con que volver a Navarra, al lado de mi pobre madre que sólo me tiene a mí por sostén y un pequeño baratzea con veinte manzanos de sidra... Me han insultado porque no soy de esta región de fuleros, vendedores de naranjas podridas; y esas bribonas se han puesto todas contra mí porque yo les he dicho que todos sus jaques en Sevilla con sus navajas no atemorizarían a un muchacho de los nuestros con su boina azul y su makila. Camarada, ¿no hará usted nada por una paisana? -Pensaba –añade José- que si a unos españoles se les hubiera ocurrido hablar mal de mi tierra, les hubiera rajado la cara, igual que ella acababa de hacer con su compañera”. Y la dejó huir, dando comienzo al drama.