El Sumo Pontífice católico, cada vez está más acorralado. Huye en una
carrera sin retorno, que le lleva hacia el abismo.
El perdón a los cuatro obispos lefebvrianos, le da problemas no sólo
con los judíos, sino también con el sector liberal de la Iglesia. A Ratzinger le gustaría que el Concilio Vaticano II no hubiera existido, pero lamentablemente para él ocurrió y no tiene vuelta de hoja.
Como no quiere desarrollarlo y todas sus fuerzas están puestas en
borrarlo, tiene que aliarse con lo peor y más rancio de la Iglesia.
El abrazo a los Kikos y ahora a los lefrebvrianos y sus intentos de resucitar viejos ritos del Concilio de Trento le lleva a un enroque desesperado para no perder su reino.
Es incapaz de darse cuenta que no hay solución mirando hacia atrás,
pues se enloda cada vez más. Las nuevas tecnologías informáticas ponen a la juventud un conocimiento en sus mentes que antes no teníamos, y eso hace que personas como Benedicto XVI no puedan seguir manipulando, las conciencias de millones de seres.
Debe de rendirse o su caída será mucho peor, pues puede arrastrar al
mismo Cristo, que él dice defender ante las masas dolidas, por tanta mentira, tanto abuso y tanto desprecio, cuando en la práctica debería hacer lo contrario, que es ayudar a mejorar las relaciones entre las gentes.