Opinión

Bautismo cívico, o comulgar con todo

Sarkosy, en su última visita a España, afirmó que sería impensable que la Iglesia tuviera en Francia la presencia pública que tiene aquí. Y es cierto. Arrastramos carros y carretas de estigmas religiosos socialmente aceptados, que de forma sutil hemos incorporado a nuestra realidad cotidiana. Y comulgamos con todos ellos por tradición, costumbre o auténtica dejadez. Somos Laicos por la gracia de Dios, y sólo en los papeles.

Y para postre, este mes estamos dejando atrás la época en la que los niños van de marinerito y las niñas visten de pío y pulcro blanco, el tiempo de las comuniones, para entrar en el nuevo periodo abierto de los bautizos civiles, que unos hiperprogres celebraron por primera vez en Madrid la pasada semana.

Es lo que hay... Sustituimos a Jesucristo por el ritual esnob y chorra del nihilismo estético. Que no sé qué es peor. De modo que nos encontramos a un tiempo en la encrucijada de tener que cerrar las puertas a la Santa Inquisición, con unos líderes católicos que pretenden seguir portando la makila, a la vez que soportamos la berborrea chorra de quienes plantean alternativas aconfesionales bajo el palio de la adulación y el ego burgués. ¡Qué dolor!

El otro día el Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, Francisco Pérez, pidió “que no se distraiga y desoriente” a los niños sobre la importancia de la celebración de la primera comunión, y advirtió de que “muchas veces hay mayor preocupación por el banquete o por la atención a los invitados que por el gran don de la primera comunión”, afirmó.