Opinión

Baroja, Don Pío

Es curioso cómo Don Pío ha sido recuperado para la literatura española, después de tantos recelos sobre su obra. Su liberalismo mordaz espantó curas y provocó censores, y en 1936 apartaron sus obras de las estanterías, junto a otras de Galdós, Pardo Bazán, Zorrilla, Tolstoi, Víctor Hugo, Tagore, Machado, Quevedo, Dostoyevski, Shakespeare... En 1942, la eficaz Asociación Católica de Padres de Familia de mi pueblo reparó que todavía no se había expurgado Fantasías Vascas de don Pío. Al fuego con él. ¡Ya bastaba de tanta leyenda de Jaun de Alzate, tanta aventura de Shanti Andía y tanto aldeanismo vasco, en la hora de los destinos universales de España!

Pronto cayeron en la cuenta que el anticlericalismo era un enemigo menor, y que el vasquismo de Don Pío no pasaba de un sano regionalismo aceptable hasta por los Coros y Danzas de la Sección Femenina del Movimiento. Además, los más listos dieron en reparar en otros aspectos más útiles del escritor, cual era su actitud ante el euskera que, según él, sólo “un corto número de chiflados, y un gran número de eúskaros carlistas” podían pensar en convertirlo en lengua de uso moderno. Por eso debía desaparecer, como desapareciera el hacha de piedra, el miriñaque y el sombrero de tres picos. Así, al autor de El cura de Monléon se le podía perdonar haber sido martillo de clérigos, para usarlo, junto a Unamuno, como martillo de sus propios paisanos, emperrados en mantener sus antiguallas y quimeras.

Olvidaron que, pese a todo, Don Pío era vasco. En las últimas curvas de su camino, escribió un libro titulado El País Vasco, primorosamente editado en Barcelona en 1953, y que nos cabe el honor de haberlo reeditado estos días, por vez primera, en la editorial Txalaparta. El título del primer capítulo lo deja claro: Siete en una. Zazpiak bat. “Cuatro son –dice Baroja- las provincias que comprende el País Vasco español: Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, cuyas capitales respectivas son Vitoria, San Sebastián, Pamplona y Bilbao. Tres son las provincias que forman el País Vasco francés; Labourd, Baja Navarra y Soule. El interés y la sugestión que ejerce sobre el visitante la tierra vasca, tanto en su parte española como en la francesa, son debidos principalmente a la originalidad de los rasgos típicos que la unifican y diferencian de los demás países...”. Y así, recorriendo pueblo a pueblo desde Bayona a Tudela, el voluminoso libro, 522 páginas bellamente ilustradas, acaba con un mapa desplegable de las siete provincias.

El bueno de Don Pío, tan alejado de cualquier atisbo de nacionalismo vasco, nunca podría suponer que llegara a ser censurado por describir el país en el que vivía. Lo que no hizo el franquismo de 1953 lo hizo la “democracia” posterior. La editorial Incafo S. A. reeditó en 1988 El País Vasco, y las siete provincias ¡se habían convertido en tres! Todo lo referente a Navarra e Iparralde había sido mutilado. Así, como suena, un clásico mutilado como si se reeditara el Quijote borrando la prosaica figura de Sancho Panza.

El País Vasco de Pío Baroja, no existe para España. Su obra no encaja en la Constitución vigente, y los libros son al autor como los dedos a la mano, que donde va uno van todos. Censuraron a Don Pío por abertzale. Quién lo iba a decir.

John Dos Passos, en su Rocinante to the road again escribió sobre él: “Bernard Shaw no quiere que lo tomen por inglés, ni tampoco Pío Baroja que lo tomen por español. Él es vasco”. Algo sabría el escritor norteamericano.