Opinión

Aviones seguros, malos vuelos

Tengo un amigo al que hace algún tiempo le daba auténtico pánico subirse a un avión. Todo pasó cuando causa mayor -es decir, una mujer- le hizo cruzar el charco en varias ocasiones. Hasta podía dormir, leer y ver películas durante el trance. ¡Súbita mejoría! Otro compañero del alma, buen compañero, se pone francamente histérico cuando se acerca a un aeropuerto, y no digo nada de su actitud ante los papeles y las ventanillas, siendo como es más cerrado que el Olentzero de la Sakana, su cara morena se torna leche semidesnatada cuando toca ponerse a la fila... Así que, esta semana que estamos de pésame por el desastre del avión en Barajas, más que recordar el accidente, reflexiono acerca de los malos vuelos que acostumbran a darnos en esos viajes por avión, que son seguros, pero que te terminan por aguar la fiesta...

Parece como si en vez de ir a volar te cambiarías de planeta. Porque, ¿quién no se ha cabreado viendo cómo el segurata de turno se deleita hurgando en el neceser de tu parienta buscando quizás ¿una bomba? ¡No, el tanga! ¿Quién no ha pasado mal trago en el control de seguridad porque toda incertidumbre, toda pega del desplazamiento, pasa por responder sin ironía a la pregunta malévola e imprescindible para la Pasma, “¿cuál es el motivo del viaje?”.

Cuando entras en un aeropuerto y te dispones a cambiar de aires, ambiente y hasta de país, es como si Einstein interviniera, y el tiempo y el espacio fracasaran a la par... La Seguridad prima, y te tornas número de asiento y vuelo. Te llevan y te traen como una oveja estúpida, mientras todo lujo de dudas te asaltan: ¿no hubiera sido mejor alquilar un coche y llegar a mi aire? Viajar en avión es más seguro que viajar en moto, coche o autobús, sólo hay que mirar las estadísticas, pero entrar en un avión, supone dejar la dignidad en casa y el sentido común en el maletero...

Ahora bien, lo mejor de todo este disgusto ha sido ver como se pone en la fila la clase política para salir en la foto con tan triste medalla.