Opinión

Ante un nuevo 14 de abril ¿Para que nos sirve la Monarquía?

Las personas demócratas de hoy somos deudoras de la memoria de quienes nos antecedieron. Y esto, no nos cansamos de decirlo, nada tiene que ver con el odio y sí con una reconciliación basada en la memoria histórica. La forma en la que desapareció la II República y la manera de instaurarse la Monarquía, influyen en el actual republicanismo. Eso no es óbice para que entre las y los republicanos haya quien simpatice con la familia real. Pero la toma de posición ante el modelo de régimen político, no está relacionada con simpatías o antipatías personales. Hay regímenes monárquicos democráticos y regímenes republicanos autoritarios, pero, en su idiosincrasia, en un sistema democrático una república es más democrática que una monarquía, aunque no sea más que por el hecho de que sus representantes son elegidos por la población, y no nombrados en razón de su estirpe.

. Que sea hereditaria la jefatura de un Estado y de las fuerzas militares, no deja de ser un anacronismo superado por la historia. Si un buen número de personas de quienes formábamos el censo electoral en el momento del referéndum sobre la Constitución Española, opinamos que se nos hurtó la posibilidad de opinar específicamente sobre el binomio monarquía-república, ¿qué decir de esa amplia franja de la población actual, que aun no existía como electorado? No me sorprende que esas personas jóvenes no simpaticen con la Monarquía, tal como revelan los últimos sondeos del CIS.

Si le sumamos la impunidad de la figura del monarca, la opacidad sobre el conjunto del presupuesto destinado al mantenimiento de la Monarquía más allá de dos conocidas partidas presupuestarias que suman algo más de 15 millones de euros, y la falta de transparencia en el reparto de esos ingresos, los motivos de nuestro republicanismo crecen enteros. Añadamos donaciones que recibe la familia real, fundaciones que presiden, herencias... Juan Carlos I poseía en el año 2003 un patrimonio de 1.970 millones de euros (casi 300.000 millones de pesetas) entre cuentas bancarias, inversiones, propiedades y obras de arte, según la revista Eurobusiness. La Casa Real lo desmintió argumentando que se mezclaba fortuna personal y patrimonio nacional que disfrutaba. Puede ser, pero, ¿dónde están los datos para deslindarlo? Si ya tenemos razones para exigir a gobierno y congresistas que sus ingresos y pensiones sean transparentes y menos ostentosas, ¿qué decir de quienes disfrutan patrimonio e ingresos de todos por el hecho de ser familiares del rey, sin tan siquiera rendir cuentas de todo ello? Nuestra opción por la República no es la opción por cualquier república, sino por aquella que herede lo mejor de nuestros antecesores, que aprenda también de sus errores, y que, desde la Memoria y la Reconciliación, rehabilite la dignidad de las y los republicanos represaliados, e insista en la igualdad y la transparencia como principios rectores de la res publica.

Una República en la que la ética, la solidaridad, el humanismo, la equidad, la justicia social, sean fuente de inspiración en las relaciones humanas y presidan el quehacer político. Donde no quepa la condena a muerte de nadie por el hecho de pensar diferente, como le sucedió al poeta Miguel Hernández en un juicio-farsa sumarísimo cuya anulación aún se niega a pedir el grupo municipal de UPN. Una República donde adquieran pleno sentido los versos del poeta: