Opinión

Amor y nieve

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Enamorarse a primera vista no es cosa rara y tampoco creo que lo sea tanto que los protagonistas de esta historia sean un león y una tigresa albina, que se han conocido en un circo de Valencia. Ambos, según narran las crónicas, se han enamorado hasta las trancas y pasan buena parte de la noche en vela llamándose y contestándose. Los dos animales se han dejado guiar por el corazón –de hecho, no entienden de la razón- y se han abandonado en una historia en la que la única coraza impuesta que les separa son sus respectivas jaulas.

No me parece extraño que dos animales de distintas especies se atraigan, a pesar de lo que diga la gerente del circo. Los humanos también somos animales y no entendemos de raza ni de color a la hora de quedar encandilados por la inteligencia, el sentido del humor o la belleza interior y externa de la otra persona.

Los dos félidos vienen a confirmar que también experimentan ese torbellino interno del enamoramiento que les deja extenuados y que, gracias a Dios, se pasa con el tiempo porque si no, sería muy difícil de soportar. Los animales, que invierten las horas en las que todos duermen, en conquistarse y demostrarse, con sus gemidos, que se atraen, que conectan y que estarían dispuestos a fundirse en un bis a bis, en consecuencia durante el día se muestran apáticos, cansados, sin ganas de trabajar en la pista… Es lógico, están extenuados, el amor les deja sin fuerzas para la rutina diaria, y eso que todavía no han podido consumar su deseo...

Leer una historia así, mientras en las calles de Tudela nieva, y la nieve -aunque parezca raro- cuaja, resulta de lo más romántico y tierno. No lo es tanto, sin embargo, pensar que en el extra de Plaza Nueva hayamos incluido un reportaje sobre el tema “Ya no nieva en Navidad”. El blanco elemento nos ha querido jugar una mala pasada y ha hecho acto de presencia, dejando casi en ridículo a nuestra noticia.