Opinión

Acerca de la dignidad de los perdedores

Cuando algunos despertamos de la pesadilla franquista, ya avanzada la década de los sesenta, más que la sensación de miedo, nos requemaba la humillación y la impotencia. Percibíamos que habíamos asumido como única forma existencial, la que a golpes de represión y propaganda atosigante, se nos proponía desde el Pardo.

A pesar del hermetismo del sistema, inevitablemente se colaban el aire y los sonidos de las democracias europeas… siempre desacreditadas como espúreas, libertinas, tumultuosas… por el régimen.

Aquí tan sólo nos quedaba, la sumisión, el dogmatismo religioso, una moralidad (o inmoralidad) represora, la prohibición de navegar fuera de los parámetros del pensamiento oficial.

Y sobre todo, mucha crueldad, mucho sufrimiento para las mentes libres de la disidencia. Era la España única, entrando a saco –con más vehemencia si cabe que nunca- contra la cultura, patrimonio y derechos de los pueblos.

Evidentemente los gestores del régimen –que no eran pocos- vivían en su olimpo, convenientemente protegidos por el contubernio de fuerzas represivas, jueces y la bendición de la institución religiosa oficial.

Era un riesgo, incluso de muerte, tratar de cambiar el sistema. Y sin embargo, miles de ciudadanos nos involucramos con todos los miedos y esperanzas. La esperanza de los que habiendo vivido con el estigma de vencidos o perdedores, tratàbamos de conquistar nuestra dignidad y nuestra autoestima.

Pusimos muchas ilusiones en la transición, demasiadas conociendo la historia y la calidad del tejido social de la piel de toro.

La transición tan magnificada, tan sólo supuso un cambio de atuendo para el franquismo. Para los que seguimos en el campo de los perdedores, una pantomima y si nos atenemos a los resultados una tragicomedia…

Nunca se dio un cambio real. Se nos coló la monarquía. Al TOP sucede la AN con su misma “filsofía”: cercenar la disidencia – sobre todo “la separatista”- sin ninguna garantía procesal, cerrando los ojos ante los desmanes de sus policías. Un monstruo tan omnipotente e incontrolado que –como alguien ha señalado- es capaz de devorar su pobre “estado de derecho”.

Las FOP prácticamente están ahí (con alguna añadidura vergonzante autonómica). Con la misma impunidad, “de-formación profesional” y hábitos franquistas. Como algo endémico, actuando brutal, indiscriminadamente y sin ningún tipo de cortapisas contra –entre otros- la juventud vasca. Las acusaciones contra sus espeluznantes torturas siguen siendo ilimitadas y harto conocidas por los organismos internacionales.

La prensa del movimiento, hoy se llama Televisa, CNN y Prisa –los grandes medios propagandísticos de las oligarquías de América latina-… Siempre al servicio del capital. Garantizar la seguridad de los ricos –los grandes patrimonios amasados en el franquismo-. Auténticas maestras de la manipulación y en lanzar cortinas de humo sobre las injusticias sociales, la tortura, los desvaríos de la monarquía y de los jerarcas de esta democracia caricaturesca.

Evidentemente el franquismo no lo construyó el sueño de un iluminado, preñado de complejos. Fue una gran conspiración la que alzó y permanentemente aduló al pequeño dictador. Se trataba de una oligarquía decadente, roma y sin perspectivas desarrollistas –grandes latifundistas, señoritos cortijeros y fauna pareja-. La conspiración cuartelera: miltarotes con tinte de chusqueros humillados y desprestigiados por sus últimas campañas y con ardientes deseos de medro fácil. Y ¿Cómo no?, una iglesia amusgada en las prebendas, con alma tridentina y biorritmos inquisitoriales.

Tales elementos, nunca estuvieron dispuestos a un cambio real. Tenían su búnker bien pertrechado, prietas las filas y en definitiva la sartén por el mango. Siempre amenazantes, haciéndonos sabedores de que ante cualquier cambio sospechoso, contrario a sus intereses, nos lanzaban “la Brunete”.

En definitiva que la frustración -si es que alguna vez nos había abandonado-, se instaló en nuestros ánimos. El sueño de movernos en un mundo democrático, un sueño.

Inmediatamente pudimos cerciorarnos al sentir que se nos imponía una constitución encorsetada, intangible, mechada de cortapisas profundamente antidemocráticas. Restricciones que los del búnker imponían, sobre todo con la idea de acallar la palabra libre de los pueblos del estado. Entonces supimos que efectivamente, el dictador había dejado todo bien atado.

Hubo momentos en aquel período tras la muerte del dictador de auténtica perplejidad. Aparecían personajes harto peregrinos y desconcertantes, al menos para los que nos confesábamos abertzales. Portaban ikurriñas y hacían planes para una Euskadi con voz propia… -¿quién no los recuerda?-. Unos iban de abertzales, otros del PT, ORT, PC… del propio PSOE que a medida que se fue definiendo el “statu quo”, se subieron a su tren, para acomodarse en sus poltronas… Y modificaron sus eslogans, y arrojaron sus “viejos” bagajes por los taludes del nuevo camino… Esos personajes, o personajillos, bien que los conocemos, ¡cómo supieron cambiar en el momento oportuno sus progres atuendos revolucionarios por cortes y corbatas de Armani!

Hoy día están instalados en un bipartidismo con programas políticos similares. Gobierne quien gobierne, ambos desarrollarán su gestión al servicio del capital. Sus señas de identidad únicamente difieren en el tono y el color (el PSOE debiera perder de una vez el pudor y olvidarse de la internacional). Pero su democracia es falaz. Bajo el grito libertad se oculta el despilfarro de unos y la miseria de otros.

Ambos partidos hoy aparecen perfectamente incorporados en las estructuras heredades del franquismo. Cánovas y Sagasta, Sagasta y Cánovas… ¿qué mas da?... es la natural vaciedad identitaria de un estado español instalado en la corrupción.