Opinión

A Antonio Loperena, el hombre

No, no creas Antonio que pretendo que promociones una nueva gama de colonias, aunque serías capaz. Seguro que si lees esto estarás pensando en algún chiste o historia que sacas de tus múltiples experiencias, No, no es eso, sólo pretendo unirme a los homenajes que bien te mereces y más como persona que como pintor, escultor, escritor, etc. Supongo que, aunque son de agradecer, maldita gracia te harán los mismos, porque suelen llegar siempre cuando el cuerpo ya no está para muchas gaitas, ni alegrías, pero bien saben los que te conocen que por ti no va a quedar y si hay que unirse a la fiesta, tú el primero.

Y si me he querido sumar a estos homenajes es porque me siento privilegiada de contar con tu aprecio. No me atrevo a llamarlo amistad porque sé que eres de esa casta de gente, de los pocos que quedan ya, para los cuales la AMISTAD se escribe con mayúsculas. Esa amistad que va más allá del puro conocerse, de compartir ciertos momentos; esa amistad que se sujeta con los hombros y con el corazón; ésa que no conoce fronteras y que no busca reciprocidad, que no se acaba en el interés de cada cual, sino que lo atraviesa, sin aristas ni condiciones. Así eres tú con tus amigos.

Cierto que no has sido perfecto en todas las facetas de tu vida; quizás algún día te lo reprochen. Pero es lógico, porque alguien como tú es “humano demasiado Humano” para no errar. El hombre yerra y tú también, pero lo compensas con tu humanidad; una humanidad que rebosa, se expande y se contagia. Así cualquiera que se encuentre contigo siente que se encuentra con la vida en su máxima expresión, la vida que busca, anhela, explora, la vida que tiene ganas de vivir.

La razón por la que sorprendes es que no hay moldes que te encarcelen, eres extensivo, te mueves por impulsos sin razones convencionales, porque no necesitas buscarlas. Eso lo necesitamos los demás. Por ello, no nos sorprende la forma en que dejas tu coche rojo allá donde puedes encajarlo, un coche que, por otro lado, es igual que tú, tiene las mismas muescas que produce la vida; o como siempre te surge de repente alguna historia que enlazas con otra y otra. Esa es tu riqueza, la experiencia siempre referida, además, a las gentes porque eres “humano, demasiado humano”. Lástima que así sea porque, quizás, hubiera alguna forma de que fueses eterno o quizás, por ello, ya lo eres.