Opinión

6000 meses y 2 semanas después

Se cumplió otro de los aniversarios de la derrota de Navarra: la entrada de Fernando El Católico en la ciudad de Tudela. No es el único: Navarra fue derrotada en Atapuerca, en Vitoria, en Pamplona, en Tudela, Noáin, Amaiur, Hondarribia… la derrota es el signo desde el siglo XIII.

Pero la derrota real no está tanto en la masacre de un ejército o en la apropiación del territorio (parcial o totalmente) como en la anulación del alma del pueblo. Con esto el pueblo muere: una fracción mayoritaria en Navarra se define “española” y la otra fracción “vasca”. Juntas suman la práctica totalidad de la población.

Para una, Navarra es parte de Euskal Herria. Se obvia que el único estado originario y propio de vizcaínos, guipuzcoanos, alaveses, riojanos, navarros… fue Navarra. Estas gentes condujeron su trayectoria enlazando diversas lenguas y culturas durante más de diez siglos con el mestizaje de cristianos, musulmanes y judíos (y, posteriormente, con reformistas y católicos). Hablaron en vascuence, latín, árabe, hebreo, romances… forjando la que podría ser una de sus señas de identidad ante el mundo: la tolerancia, la diferencia como riqueza... A medida que Vasconia se liberaba, integraba nuevas gentes y territorios se llamaba a sí misma Navarra.

Para la otra fracción el destino natural de Navarra es ser España. Omiten que también existe una Navarra en lo que hoy es Francia: ¿es natural una Navarra francesa y otra española? En el fondo aflora el miedo a no ser capaces de vivir fuera de los grandes estados de Francia y España, aunque la historia nos muestra que tan mal no le fue al Viejo Reyno mientras anduvo independiente: no faltaron nombres ilustres en las letras y en las ciencias, ni capacidad de organizar su territorio y su población avanzando a la vanguardia de la modernidad en Europa. Tampoco hoy día las estadísticas ratfican esa congénita incompetencia navarra, antes bien por el contrario: la mayoría de los índices la acercan más a la media de Europa que a la media española casi siempre por detrás. Al fin y al cabo no hay un solo ejemplo de Estado que, lograda la independencia, se vuelva atrás. Igual sería Navarra la primera.

Navarra está derrotada porque desaparece como proyecto propio. Una parte de su población corre tras la ikurriña anteponiéndola a la bandera roja bajo la que su estado soberano resistió durante siglos y otra se estremece con la bandera de España aceptando la conquista como algo bueno, inevitable y necesario, convencida de que no es posible ni deseable ninguna otra vía. No sea que le pase como a Flandes que, tras liberarse de España, nunca albergará maravillas turísticas como el Palacio del Dean, la Casa del Almirante o el Palacio del Marqués de San Adrián de Tudela… por haberse independizado.

Esta es la realidad: Navarra o vasca o española. Osea, verla como parte de algo… Poco espacio queda para lo que Navarra ha sido desde sus comienzos: genuina, integradora y plural. Navarra no es la parte: Navarra es el todo.