Opinión

11-09-01, un evento fundamental

El once de setiembre es un día que a lo largo de la historia y del mundo tiene varias conmemoraciones político-militares, lamentables. En 1714, las tropas franco-castellanas de Felipe V invadieron Barcelona y abolieron las instituciones catalanas de autogobierno, iniciando la represión de su lengua en Catalunya. En 1973, en Chile, el golpe fascista del criminal militar Pinochet se resolvió con el asesinato de un presidente demócrata, Salvador Allende, la tortura, exterminio y desaparición de 30.000 seres humanos, y la implantación de una larga dictadura basada en el asesinato impune de toda oposición. Detrás siempre un mismo tipo de fuerza: un fascismo totalitario expansionista y un silencio complaciente, cuando no colaboración, de la Iglesia Católica.

Evento, según la Real Academia de la Lengua Española: “del latín eventus. Acontecimiento. Eventualidad, hecho imprevisto, o que puede acaecer”. Y al fin ocurrió. Fue el 11-09-2001.

Sobre lo acontecido aquella luminosa mañana en Euskal Herria, y en gran parte del mundo, hasta que seis horas más tarde amanecía en América, en concreto en New York, se ha dicho mucho y se ha pensado más, aunque algunos pensamientos no hayan trascendido hasta que, por coincidencia con los de otras personas de gran relevancia y prestigio intelectual, se han hecho públicos y empiezan a conocerse.

En este acto de naturaleza catastrófica y consecuencias dramáticas hay variados puntos de vista, antagónicos, según el lado que se mire, que evidentemente influye. Antes de proseguir, es preciso hacer una manifestación concisa. Se contempla lo sucedido desde unas impresiones exclusivamente de lo plástico, lo material y lo simbólico, es decir: de los aspectos físico-formales. Sólamente al final aparecerá una equivaloración humana de la vida y la muerte.

Pocos días después de las implosiones, el músico Karlheinz Stockhausen calificó los atentados de "gran obra de arte", por lo que le anularon los conciertos a celebrar en el Festival de Música de Hamburgo. Una prueba de la libertad de expresión de un artista, con cuya frase coincidí totalmente, y de la reacción del poder esclavo de presiones diversas. El impacto y la fusión entre un objeto dinámico y otro estático produce una situación material compleja, en la que ambos cuerpos, perdiendo su fisicidad, forma y solidez, crean una nueva entidad formal y eventual de llamas, humo, desintegración y desmoronamiento en millones de fragmentos. Por su volumetría, movilidad, coloratura, textura, pluriperceptibilidad e incluso multidifusión, constituyen una composición que posee una lectura estética. Por todo ello, es admisible percibir y valorar que se configuró un impresionante paisaje efímero de gran belleza plástica.

Lectura social

Particularmente, encuentro una semejanza con el fantástico efecto de la ceremonia de inauguración de los XXV JJOO en 1992, que tuve ocasión de contemplar en el Estadi de Montjüic. El arquero disparó con decisión, emoción y fe, una flecha que durante los tres segundos que tardó en alcanzar el flamero mantuvo en eterna incertidumbre a una multitud que deseaba el impacto para producir la violenta ignición. Algo similar ocurre también con la erupción de un volcán, como acto de enorme hermosura a pesar de las enormes desgracias y tragedias humanas que inmediata e irremediablemente producirá.

Desde la consideración de lo corpóreo de la materia resulta asombrosa la capacidad destructiva que puede concebir la mente humana. Se desmoronaron en 56 y 103 minutos lo que se construyó a lo largo de casi diez años. La gran velocidad de la desconstrucción transformó la riqueza en ruina; el símbolo emergente en un vacío silente.

En las Terrazas de Verano organizadas por la Euskal Herriko Unibertsitatea, y dentro de los III Encuentros de Arte y Cultura, el 11 de julio de 2002 se celebró en Bilbao un debate con el título: "Ciudad, Edificio y Símbolo. Tras el desplome de las Torres gemelas de Nueva York". Uno de los ponentes, el eminente arquitecto, catedrático, e intelectual catalán Oriol Bohigas, dijo públicamente (El Mundo 12-9-2001) con la libertad de expresión que siempre le ha caracterizado, lo que algunos asistentes habíamos pensado y deseábamos poder oír: "El 11 de setiembre es un acto revolucionario fundamental", pormenorizando que "es uno de los primeros grandes actos revolucionarios que ha hecho la humanidad contra los Estados Unidos"; y abundaba en el convencimiento de que si la acción era un hecho criminal, sanguinario, pero "acto fundamental, porque hay una parte de la humanidad que está en contra del poder neocapitalista y neoliberal de los Estados Unidos. Y en este sentido me parece un hecho fantástico, muy positivo", a la vez que suponía "el principio de una revolución que no tardará más de diez años en llegar", justo cuando "el Tercer Mundo sepa que puede vencer a quien le roba sus derechos".

Estas declaraciones, en su valor sustantivo probablemente, las suscribe una inmensa mayoría de la población terrestre. Alguien, más próximo y solvente, tenía que manifestar de forma concisa a escala mundial una venganza contra Estados Unidos. Para gran parte de la humanidad ha sido insoportable el medio siglo de impunidad de la criminalidad norteamericana.

Vida y muerte

Lo acontecido es una muestra de que el género humano no es tan manipulable como muchos desean y se demuestra cómo desde ese día la inmensa mayoría de la personas en el mundo hablan del suceso o tragedia de New York y apenas se acuerdan de que en Washington también ocurrió algo, y no será sólamente por la cuestión cuantitativa del número de victimas, sino cualitativa. En la capital de Estados Unidos fue hostigado el Pentágono, que toma el nombre por su forma en planta al estilo de los tradicionales baluartes, como el de Iruñea, y que curiosamente se empezó a construir 60 años antes, el 11 de setiembre de 1941. En este infernal recinto, sede central del Departamento de Defensa, se programa diaria, continuamente, la estrategia y logística de la muerte en el mundo: el crimen colectivo, el asesinato selectivo, camuflado de todo tipo de aspectos, desde pintorescas desapariciones o secuestros, a operaciones de limpieza y salvamento, sublevaciones, golpes de estado... Los que allí trabajan son asalariados del asesinato. Es, sin duda, el lugar más detestable de la tierra. Un centro donde la ciencia y la técnica se asocian con la perversidad de que es capaz la especie humana para exterminar. La universidad -en su sentido de universal- de la muerte; un laboratorio del crimen, una fábrica de auténticos terroristas.

Unas frases muy repetidas en aquellos días fueron: "ya nada volverá a ser como antes" y "habrá un antes y un después". Pues bien, si tópicamente son presuntamente ocurrentes, semánticamente son falsas. Los EE.UU. e Israel, su sucursal criminal para el mundo oriental, siguen masacrando igual antes que después y lo seguirán haciendo por los siglos de los siglos, a menos que...

Dicha fecha quizá pueda definirse como el día que una parte postergada de la humanidad, deseando que el mundo cambie, quiso cambiar. Por desgracia los únicos e irreparables cambios que se produjeron fueron para los familiares de los 2.992 fallecidos. Los pueblos desesperados y con múltiples razones para defenderse son capaces de todo. Un pensamiento persigue un destino y un credo le da sustento espiritual: Aláhu Akbar (dios es el más grande). Cuando la fe toma forma de señal, como en este caso, todo se convierte en nada.