Opinión

Me lo pido

Una vez más se acerca la Navidad, ese periodo anual que la gente utiliza como justificante para el consumismo compulsivo al que incita una y otra vez la sociedad de este sistema capitalista en el que vivimos. Los precios suben y la publicidad se multiplica. En ella destacan los anuncios de juguetes con los que se bombardea a millones de niñas y niños de todo el mundo. Por ello, me gustaría hacer un pequeño análisis sobre los valores que estos transmiten, ya que hoy en día tienen un gran protagonismo y ejercen una gran influencia en la sociedad.

No hay más que encender la televisión o abrir una revista de cualquier juguetería y echarles un vistazo a los anuncios de juguetes, para percatarse de los mensajes tan sexistas que transmiten. Por una parte, a las niñas les induce a que se desarrollen como madres, a través de los muñecos-bebé que se les ofrecen; como cuidadoras, entre ellos predominan los juegos relacionados con la cocina y el cuidado de la casa, y cómo no, como objetos sexuales: maquillaje, peluquería, muñecas a las que vestir y peinar... Por otra parte, a los niños se les fomenta el desarrollo de los valores de agresividad y competitividad, ya que son anuncios de juguetes bélicos y en los que hay que competir con un contrario (ya sea jugando a fútbol o destruyendo a un enemigo) los que se dirigen a ellos. Además, se les fomenta la individualidad, es decir, mientras que a las niñas se les enseña a ocuparse de otras personas, a los niños se les enseña a competir para vencer.

Estos valores se organizan temprana e inconscientemente en las niñas y niños y junto con los que la escuela y la familia les inculcan, son los que llegarán a formar su personalidad futura. Una personalidad competitiva, individual y segura en sí misma en el caso de los chicos; características que se consideran propias de un adulto sano. Y una personalidad fuertemente perjudicial en las chicas, puesto que los valores que a estas se les fomentan (inseguridad, dependencia emocional, pasividad y una fuerte preocupación por los demás) se contradicen duramente con el estándar de conducta de un adulto sano. En consecuencia, la mujer se encuentra ante una contradicción: la conducta sana no le pertenece puesto que se considera propiamente masculina, mientras que comportarse como una mujer es insano.

De esta manera a las niñas y a los niños se les impone un rol, es decir, un patrón de comportamiento, que determina su conducta. Y es que nacer mujer o hombre no tiene implicaciones de comportamiento irreversibles, es la educación que recibimos la que nos hace comportarnos como mujeres o como hombres. Para ello la sociedad ha establecido las convenciones de masculino y femenino y éstas son atribuidas a las personas dependiendo de factores biológicos. En resumen, el género (femenino o masculino) es una convención social que nos imponen desde el momento en el que nacemos dependiendo de nuestro sexo (mujer o hombre).

Estos roles sexuales, que son aprendidos y no innatos y que la sociedad espera y anima (prueba de ello son los anuncios de juguetes) coaccionan la libertad de cada individuo determinando su conducta. De esta manera, se crean normas (cómo se debe comportar la gente) y estereotipos (cómo se suele comportar la gente) que vamos interiorizando desde que nacemos.