Opinión

Tratemos la importancia del CO2 en el clima como se merece

La evolución del clima del planeta Tierra responde a una compleja cadena de causas y forzamientos que operan a escalas temporales muy variadas, desde sucesos puntuales como grandes erupciones volcánicas a lentos cambios en los parámetros orbitales de los movimientos astronómicos de la Tierra. Las primeras son capaces de inyectar enormes cantidades de cenizas y aerosoles que reflejan la radiación solar y provocan enfriamientos súbitos y muy cortos de la Tierra, de pocos años de duración. Los segundos tienen lugar a lo largo de periodos que se prolongan decenas o centenares de miles de años, y se relacionan con las grandes glaciaciones del último millón de años. Los científicos, a través de las investigaciones en el campo de la paleoclimatología, han casado las piezas de este puzzle y para ello han tomado muestras de sedimentos marinos en costas y cuencas de muy diversos lugares o han excavado cientos de metros en los hielos antárticos para analizar la composición isotópica de burbujas de aire comprimidas, que guardan vagas indicaciones de los vestigios de climas pasados.

Existe, no obstante, un forzamiento en el clima planetario que es probablemente el que mejor ha acompañado a las fluctuaciones cálidas y frías en el pasado. Ese forzamiento es la concentración de gases de efecto invernadero, muy especialmente el dióxido de carbono, cuya variación ha sido puramente natural hasta hace unos pocos siglos y relacionada con los propios cambios originados por otros factores como los mencionados previamente. Sin embargo, ahora se habla del forzamiento antropogénico y es que la actividad de una parte de la población de la Tierra ha lanzado a la atmósfera más de un millón de gigatoneladas de CO2 desde 1750. Esto es nada menos que un uno seguido de 18 ceros de kilogramos de dióxido de carbono. Para ponerlo en perspectiva se estima que en un trayecto de 4 kilómetros en un vehículo convencional emitimos 1 kg de ese gas. 

Se cree con bastante seguridad que la última vez que el planeta tuvo una carga atmosférica similar de CO2 fue hace 4.5 millones de años. Se estima que entonces había bosques en zonas del ártico que ahora son tundra y que en aquel entonces el nivel del mar era al menos 23 metros más alto.

Si, hay suficiente CO2 en la atmósfera para calentar el planeta varios grados, como han manifestado algunos de los científicos del clima que cuentan con un mayor prestigio y reputación. Pero este aumento se alejará de la linealidad. Hay cada vez menos dudas de que los puntos de no retorno del clima son una realidad y de que estamos acercándonos peligrosamente a algunos de ellos, si no los hemos superado ya. Quizás los más inminentes tienen que ver con la plataforma de hielo de Groenlandia que pierde centenares de gigatoneladas de hielo año a año, es decir millones y millones de metros cúbicos, así como con el bosque amazónico, uno de los grandes reguladores del carbono, y que ahora sabemos que está en vías de degradarse de tal forma que los patrones meteorológicos en escalas de miles de kilómetros se verán inevitablemente afectados.

Hay claramente 3 aspectos que tienen que preocuparnos sobremanera y que resumen lo anterior:

  • La cantidad de CO2 que hemos puesto en la atmósfera, pese a ser insignificante en relación con la cantidad de carbono que existe en forma de sedimentos en plataformas océanicas, es suficiente  para perturbar de forma crítica el clima terrestre a través de alteraciones en el ciclo del carbono entre la atmósfera, la vegetación y los océanos.
  • La cantidad de energía extra que estas modificaciones suponen a los balances energéticos de la Tierra y sus componentes (atmósfera, hielo, agua, biosfera, suelos) son bestiales y se manifiestan en forma de desequilibrios radiativos que ya somos capaces de medir. Los océanos han sido y –en teoría- siguen siendo los grandes sumideros de esos excesos aunque estamos empezando a asistir a una respuesta por su parte que se escapa de lo previsto. 
  • Por último, las emisiones originadas por la actividad humana no es lo único que cuentan. Presentan un gran motivo de alarma aquellas de origen natural que son forzadas por los cambios que ya hemos empezado a poner en marcha, como por ejemplo las de los grandes incendios forestales en bosques y suelos boreales. Además las emisiones pasadas desde hace unas pocas décadas determinan el clima actual y, dado que no existen mecanismos suficientemente efectivos y de alcance global en relación al secuestro atmosférico de carbono, estamos irremediablemente condenados a una nueva normalidad climática. La Tierra responde a las emisiones pasadas de igual modo que en unas décadas se ajustará a lo que emitimos en la actualidad, sumadas a nuevas fuentes de origen natural.

Hasta aquí el resumen del conocimiento científico. Recientemente, hemos asistido, por desgracia, a como algunos medios de comunicación predican y venden, no sin cierto sensacionalismo, una simplificación banal de todo lo anterior, quitando importancia al aumento de la concentración de CO2 y a sus impactos asociados, que son hoy en día una realidad cuya gravedad va a multiplicarse en los próximos años y décadas.

Hay que decir claramente a esos medios que no difundimos ningún apocalipsis climático por razones políticas pero que nos vemos obligados a contar y transmitir lo que observamos  y analizamos en millones y millones de datos. No somos muy buenos en ocasiones a la hora de divulgar los resultados y la ciencia no lo sabe todo pero hay desplegado por todo el mundo  equipos y miles de científicos que sacrifican buena parte de su vida viajando a lugares recónditos como depósitos milenarios de turba, que miden los intercambios de carbono en las lejanías de los bosques amazónicos o que llevan a cabo balances de masa glaciar con mediciones de campo en plataformas de hielo remotas de Groenlandia. Otros ponen en marcha satélites con los que corroboramos esas mediciones y otros simulan procesos físicos muy complejos haciendo uso de los fundamentos de muchas disciplinas científicas o de la inteligencia artificial.

Rogamos a esos medios que dejen a un lado sus ideologías, sus opiniones sesgadas y que no utilicen sus mensajes con fines que no sean el de divulgar el conocimiento que cuesta muchísimo trabajo obtener. Algunos de los mejores científicos han estado años sintetizando la comprensión más actualizada del clima del planeta y se han publicado informes por encargo de los estados miembro de Naciones Unidas. Es verdad que la Tierra lleva millones y millones de años y seguirá haciéndolo pero situación de emergencia climática compromete la supervivencia de millones y millones de especies en el planeta y dificultará enormemente la habitabilidad de nuestros descendientes.